(Continuación) O por particulares, eso sí, personas importantes con posibilidades económicas como para poder pagar sus servicios, es decir que pocas. Por lo general, en el siglo XVI, eran muy pocos los hombres que podían ejercer trabajos profesionales o liberales como el de médico y vivir de ellos, si bien, en esto, nuestro protagonista tuvo suerte. Resulta que desde 1534, Monardes estuvo ejerciendo con el afamado médico Pérez de Morales, quien tenía una numerosa y distinguida clientela, además de una hija, Catalina, en edad casadera. Y pasó lo que suele pasar desde que el hombre es hombre y la mujer es mujer, entre los jóvenes nació el amor y Catalina y Nicolás se casaron en 1537; claro que a la vez, y esto ya es menos frecuente, Monardes, el doctor, heredaba la clientela de la consulta de su suegro. Ya, lo sé, estas cosas han pasado toda la vida de Dios, qué le voy a contar que usted no sepa o intuya.

Una unión, por lo que se sabe, de lo más fecunda

Fecunda en lo familiar y en lo profesional, porque con el tiempo el matrimonio tuvo siete hijos y como médico él se convirtió en un galeno de gran renombre y reconocimiento entre sus contemporáneos. Su prestigiosa fama le hizo desplegar una gran actividad asistencial en diferentes esferas sociales de la ciudad: desde mercaderes y hombres de negocio, hasta pilotos y marinos de las tripulaciones, pasando por frailes, soldados y visitantes de paso por la ciudad. No debemos obviar que por entonces Sevilla era puerto obligado y puerta ineludible para América, tanto para emprender el viaje como para regresar de él, una circunstancia geográfica que tendrá su importancia en nuestra historia de hoy. Siguiendo con el doctor y cómo el gran prestigio del que gozaba, tanto entre españoles como entre extranjeros, le llevó a ser médico personal de un selecto grupo de pacientes de las élites aristocráticas y eclesiásticas sevillanas; lo dicho, de lo mejorcito de la época.

Monardes: «un médico práctico»

No se lo he comentado pero su padre, Niculoso de Monardis, era impresor y su madre, Ana de Alfaro, hija de un médico sevillano, sí, de un médico. A la vista queda que el abuelo materno algo le debió influir en lo que respecta a la vocación profesional, pero es más que evidente que el nieto siguió el camino emprendido por papá, en lo relativo al tipo de casorio a realizar. Todos necesitamos referentes en la vida a los que imitar, al menos en nuestros comienzos; aquí, no se puede decir que el joven Nicolás fuera muy original. Donde sí mostró auténtica genuinidad fue en su extraordinario desarrollo como prototipo del humanista del siglo XVI, ya saben, ese carácter polifacético tan propio de lo renacentista, pero que él llevó al extremo pues no se conformó con estudiar aquellas áreas de conocimientos que le eran propias. No sólo amplió dichos estudios a otros campos, en principio sin relación, sino que también, y esto quizás es lo más relevante, se aproximó a estas otras ramas del saber con un talante y espíritu totalmente abiertos.

Algo bastante inusual en aquella época por cierto, pero nadie puede dudar del papel que Monardes jugó como médico práctico, en los inicios y elaboración de la Historia medicinal. Tanto por el número y características personales de los pacientes que trató, como por las prácticas médicas que llevó a cabo, entre las que se cuentan la investigación que realizó sobre la acción de diferentes medicamentos. Y así, fue uno de los primeros médicos europeos que describieron la angina gangrenosa o diftérica, de su extrema vocación sólo le diré que continuó ejerciendo la medicina prácticamente hasta su muerte. Más de cincuenta años, a pesar de poseer una cuantiosa fortuna conseguida con su polifacética laboriosidad, si bien no es menos cierto que dicha fortuna tuvo sus altibajos. Pero además de ser un gran médico, humanista, especialista en historia natural, medicina, botánica y metalurgia nuestro hombre tuvo otra inquietud.

Monardes: publicaciones científicas

Se decidió también a publicar sus estudios, centrados en la terapéutica y la materia médica, constituyen sus primeras publicaciones de las que les destaco:

 – Diálogo llamado pharmacodilosis (Sevilla, 1536), publicado un año antes de su matrimonio y donde realiza un examen al Humanismo y recomienda el estudio directo de los clásicos en su lengua original, principalmente del médico, farmacólogo y botánico griego del siglo I, Pedanius Dioscórides (40-90).

 – De Secanda Vena in pleuriti Inter Grecos et Arabes Concordia (Sevilla, 1539), es otra obra de corte humanista, donde discute acerca de la importancia del griego y del árabe en la medicina, en concreto lo hace sobre una de las muchas controversias que había en su tiempo: la idoneidad de la sangría en la pleuresía o mal de costado; un tema polémico y algo encarnizado por aquel entonces, entre los médicos seguidores del Humanismo y los de la tendencia arabizante. (Continuará)

 – De Rosa et partibus eius (Sevilla, 1540), un libro dedicado a las rosas y los frutos cítricos.

 – Sevillana Medicina (Sevilla, 1545). En realidad se trata de la traducción de un manuscrito, escrito en la Baja Edad Media por el judío Juan de Aviñón, en el que se hace un estudio sanitario del clima, el aire y las aguas de la ciudad de Sevilla y que, él mismo, prologó. (Continuará)]

Catedrático de Física y Química jubilado. Autor del blog 'Enroque de Ciencia' (carlosroquesanchez@gmail.com)