Alrededor de 10.000 personas desaparecen cada año en España. Más de la mitad regresan a sus hogares para alivio de sus familiares, pero otro tanto por ciento, jamás aparece. Son más de 2.500 los casos de desapariciones en España que se quedan sin resolver. Para estos familiares, solo existe la agonía y la esperanza de saber que los que han desaparecido siguen con vida. Sin embargo, es un trago amargo levantarse cada día con ese sentimiento de no saber…Mientras, en los cementerios, se acumulan, cada año, restos de cadáveres sin identificar.

Cristina Domínguez. Dio media vuelta a la esquina y ya nadie volvió a verlo… Así comienzan la mayoría de estas historias en las que personas, y niños especialmente, empiezan su aventura hacia ninguna parte, hacia ningún destino conocido.

   
En el caso de niños y adolescentes, todo se vuelve más turbio, siniestro y triste. Los casos de niños desaparecidos en España se producen por secuestro familiar, o,  huidas de los mismos. Algunos, incluso, vuelven a su casa por su propio pie como si tal cosa. Pero la otra realidad es mucho más cruel. Es el caso de niños y niñas secuestrados, víctimas de actos de violencia criminal, relacionado con drogas, prostitución o ajuste de cuentas entre bandas. Estos seres indefensos de nuestra sociedad desaparecen un buen día sin dejar rastro alguno. Para sus familias solo queda la esperanza eterna de pensar ¿volverá algún día?

Alrededor de 10.000 personas desaparecen cada año en España desde 1989, datos contabilizados por la Policía Nacional. Cifras impactantes y llamativas, de las cuales, y, según datos del Ministerio del Interior, son 200 los casos de niños desaparecidos que continúan abiertos en España, produciéndose además, unas 8.000 denuncias al año de niños perdidos.

Cabe resaltar que la mayoría de éstas no suponen casos reales, puesto que no se retiran, una vez encontrados los niños; pero también existen en España unos 2.500 casos de desapariciones que aún no han sido resueltos por los investigadores policiales. Según la Policía Nacional sólo un 0,1% de las denuncias son catalogadas como casos de ‘alto riesgo’ o ‘inquietantes’, es decir, desaparecidos en contra de su voluntad, lo que puede acarrear delitos de secuestro, violación, asesinato…

El caso que ha causado más expectación entre la población durante el último año se llama Madeleine. La niña inglesa, que desapareció sin dejar rastro el 3 de mayo de 2007 en Praia da Luz, en el Algarve portugués, sigue hoy perdida. Sus padres, Gerry y Kate McCann, han removido cielo y tierra para encontrar a la pequeña, pero todos los esfuerzos han sido en vano.

Otro de los episodios más recientes es el del pequeño Yeremi Vargas, desaparecido en Vecindario (Gran Canaria) el 10 de marzo del pasado año. Este niño rubio de ojos marrones, que tendría ahora ocho años, fue visto por última vez en un solar de la calle Honduras, mientras jugaba con dos de sus primos de su misma edad.

Tanto vecinos como efectivos de los cuerpos de seguridad, de emergencias y miembros del ejército colaboraron en el rastreo del pequeño, pero no dieron con él, y la situación continúa así hasta hoy. Además, desde el programa de Antena 3, Los más buscados, se recibieron más de 400 solicitudes para colaborar en la búsqueda del pequeño mandando su fotografía a través del móvil. Esto fue posible gracias a la Alerta Ámbar lanzada desde el programa.

La Alerta Ámbar

Esta iniciativa norteamericana nació tras la desaparición y el asesinato de una niña de nueve años, Amber Hagerman, en Texas en 1996. La Alerta Ámbar también ha sido demandada por los padres de la pequeña Madeleine el pasado abril en Bruselas. El sistema opera como una advertencia de condiciones climáticas, con mensajes emitidos en radio, televisión y en las señales de tráfico cuando desaparece un niño, implicando a policías, autoridades fronterizas y transportes, servicio nacional de meteorología y medios de comunicación, cuyo principal objetivo es facilitar la cooperación de las autoridades de los distintos Estados miembros desde el momento en que desaparece un menor y prevenir así que sus posibles captores se valgan de las fronteras internas de la Unión Europea (UE) para escapar.

Este sistema ha ayudado a encontrar en Estados Unidos, desde 2003, a más de 400 niños, la mayoría de ellos, en las primeras 72 horas. En Europa, donde unos 130.000 niños desparecen cada año, sólo Francia y Bélgica disponen de un sistema parecido. Asimismo, se aboga por la creación de una organización común europea especializada en secuestros de niños para asistir a las autoridades nacionales de cada país.

Asimismo, Franco Frattini, comisario europeo de Justicia e Interior, propuso, en la Comisión Europea,  una iniciativa que consiste en el envío de correos electrónicos y mensajes de móvil (SMS) a los vecinos del área en la que ha desaparecido el menor. Este proyecto, apoyado por la comisaría europea de Sociedad de la Información Viviane Reading, supone el uso de las nuevas tecnologías a favor de la sociedad.

Aún así, y como ocurre siempre en estos casos, la realidad es mucho más dura. De hecho, las estadísticas hablan por sí solas, puesto que el 10% de las denuncias de desapariciones que se realizan cada año, siguen vigentes 12 meses después. Es la angustiosa espera de un hijo, la desesperación de saber si está vivo o no. Casos de niños y jóvenes que un buen día abandonaron sus hogares para no regresar jamás.

Un claro ejemplo son los dos niños canarios, Yeremi y Sara. Yeremi tenía 7 años cuando desapareció, Sara Morales 14 (el 30 de julio de 2006, en Las Palmas de Gran Canaria). Ambos no cuentan todavía para la Asociación ACPI (Acción Contra la Pornografía Infantil).

Esta asociación se dedica a la difusión por Internet de niños desaparecidos que pudieran estar afectados por situaciones de pornografía infantil. Los canarios aún no forman parte de ella, pero no son los únicos, puesto que el centro europeo para la búsqueda de niños desaparecidos también los tiene olvidados, junto con el sevillano Josué Monge.

Es, en estos momentos inquietantes y desesperantes, en los que se puede percibir en la sociedad la solidaridad con el otro y el afán humano por ayudar.

Es la situación en las que se han visto, dadas las circunstancias, las dos madres canarias: Nieves Hernández, la madre de Sara, e Ithaisa Suárez, la madre de Yeremi. Ambas se han puesto en contacto en varias ocasiones para darse apoyo y ayudarse mutuamente. La clave, para ellas, consiste en no tirar nunca la toalla y seguir hacia delante.