El Madroño es el municipio más pequeño de la provincia de Sevilla con un total de 297 habitantes. Situado en la Vía de la Plata, ofrece un entorno apacible inmerso en la naturaleza. Su nombre proviene de la abundancia de madroños en sus alrededores.

Este municipio sevillano conserva arraigadas sus tradiciones. Para sumergirse en la vida local, es imprescindible participar en festividades como las Cruces de Arriba y Abajo o conmemorar la independencia de El Castillo de las Guardas, a la cual perteneció El Madroño hasta 1921.

Lo más destacado de este lugar es, sin duda, es su hermoso entorno natural. En las faldas de la Sierra de Aracena, se pueden descubrir desde antiguos grabados rupestres en el Cerro de El Riscal hasta el Monumento Natural de la Encina de los Perros, un imponente árbol cuya sombra abarca los 600 m2.

La presencia de restos arqueológicos en la zona de Sierra Morena evidencia el poblamiento humano desde tiempos prehistóricos. La Ruta de la Plata, principal vía de intercambio cultural con la meseta peninsular, deja su huella en el Cerro de El Riscal, con grabados rupestres considerados los más relevantes de esta índole en la provincia de Sevilla.

Tartesios, fenicios y romanos reconocían las riquezas minerales de estas tierras, que, a pesar de ello, nunca abandonaron su vocación agrícola y ganadera. Restos de monedas romanas de la época de Trajano atestiguan la presencia romana. La población de El Madroño y sus aldeas se consolidó con la repoblación cristiana, estratégicamente ubicadas cerca de las importantes rutas de la época, como el camino entre Aznalcóllar y Zalamea la Real o la vereda de la Carne o de los Camellos, que conectaba con Aracena.

Desde los primeros tiempos de El Castillo de las Guardas, del cual dependía en sus inicios, surgieron tímidos intentos de segregación, concretándose finalmente en 1921, coincidiendo con un período de crecimiento económico y demográfico en la cuenca minera. Su administración incluye las aldeas de El Álamo, Juan Antón, Juan Gallego y Villagordo.