Cada año es el mismo ritual, igual que si fuera el 1 de junio de 1975, cuando llega el aleteo de la mariposa y el Hayward Field parece estar vacío. Doce minutos de silencio y 36 segundos y dos centésimas del grito que le llevaba en volandas a la meta: `PRE, PRE, PRE!´. Un estadio vacío es la patria de quienes tienen una cicatriz por curar, o simplemente un microcosmos de realidad. No uno más, sino el microcosmos de realidad. Hayward Field cada año rompe en silencio y probablemente eso era lo que Philip Roth en el Baseball: el silencio tras las idas y venidas de un juego tan absurdo y tan complejo como es la vida.

En estos días de obituarios cargados de bondad impostada sobre el escritor mas importante de nuestro tiempo, y de su escuela, o sea, Philip Roth, destaca el de Katy  Waldman en el New Yorker . En el artículo, la periodista describe su experiencia en un partido en Milwaukee, resaltando que no puede dejar de perder atención, pues perdería el hilo de lo que está ocurriendo en el campo. Campo en inglés es field, y probablemente sea la palabra favorita en inglés de quien escribe. Por todo lo íntimo e ilusionante que guarda dentro una palabra como esta. Waldman llega a la conclusión de que el baseball para Roth era un sueño de simplicidad que engrandecía su obra.

Uno tiene por favoritas cosas absurdas, si bien tenemos claro que lo absurdo es absurdo cuando no es importante para el resto salvo para uno. Casi pegando al hotel plaza, y cerca del St Reggis está la tienda de Abercrombie, pero el joven se queda embobado con aquella tienda de souvenirs que aglutina todo lo bueno de New York: La policía, Los Bomberos, los Yankees, los Knicks y los Mets. Allí estaba. De su talla no había, solo una XL. Con los años, aquella camiseta de los Mets se acabó convirtiendo en mi zamarra favorita, aún siendo tres tallas mayor que yo. Con 19 años y en Manhattan en agosto yo era de los Mets. Días antes había leído El mal de Portnoy, de Roth, y concluí que Portnoy y Roth solo podrían ser de los Mets.

A Roth le cabreaba que se calificara su obra como autobiográfica, con razón. La gente ve a los escritores como estatuas que cada noche, al llegar las 9, se meten en su tarro de formol para no escandalizar. Y no, Roth viviría, se escandalizaría, diría palabros malsonantes, se enfadaría con los vecinos e incluso tendría mas que palabras con su mujer, como todo matrimonio. En medio de todo eso, Roth tuvo la extravagancia de titular una de sus primeras novelas como La gran novela americana. Ahí es nada, ni Jonathan Franzen se atreve a ello. La obra de Roth no es compleja de leer, no lo es. No lo es porque nos muestra la evidencia de nuestras propias debilidades. El amor y sus pros, contras, debilidades y lo que lo hace imperfecto: nosotros mismos. En La mancha humana vi en Coleman Silk al mentor que siempre quise tener, un hombre que cuando deshace el equipaje de su vida te muestra el camino, porque o el camino es tuyo o debes hacer uno. Silk, profesor de la Universidad de Athens, es profesor en la Universidad de la ciudad en la que se desarrolla The Spectacular Now, una película sencillamente esplendida basada en una novela de Tim Tharp, en la que los jóvenes protagonistas se enfrentan a los dilemas planteados por las heridas que llegan por mor del camino. Y entre el amor y el baseball subsiste la misma identidad que en correr: La inocencia perdida.

Al domingo siguiente a mi aventura con la camiseta de los Mets que compré por culpa de Philip Roth, llegó a mis manos un libro cuya portada llamó mi atención. Pre: The Story of America’s Greatest Running Legend, Steve Prefontaine, la biografía sobre un corredor del que no había escuchado hablar o leído. Allí estaba, en aquél puesto de libros usados del mercadillo de domingo de la avenida Lexinton. Steve Prefontaine se descubrió por esas páginas ante la vida de un joven de 19 años como un guía espiritual. 21 años y ya poseía todos los records de Estados Unidos que iban de los 2000 a los 5000 metros. Corredor sin estrategia, corría mejor cuando corría libre. Con los años me apunté a eso de correr sin las cadenas del cronómetro, y funciona, cosa que hay que agradecerle a Steve Roland Prefontaine.

En Hayward Field, su casa, ganó su última carrera. Tras una fiesta aquél día Pre llevó a su casa a su amigo Frank Shorter mientras iba cantándole el próximo tiempo que le valdría un oro olímpico en Montreal. De vuelta a la fiesta quedó dormido al volante y se estrelló contra un muro que acabó por segarle la vida. Con 24 años, USA perdía al James Dean del atletismo y yo con 19 ganaba un mito. Algo que pocos o nadie sabía era que Pre, un año antes de morir fundó un programa de atletismo para los presos de Oregon State, programa que aún funciona. En su recuerdo, los presos colocaron una placa y cada año en primavera celebran una prueba en su honor entre los muros de la prisión.

Ayer, mientras todos seguíamos con nuestras vidas, a 8.973,18 kilómetros, el Hayward Field Athletic Stadium de la Universidad de Oregon enmudecía en recuerdo de Steve Roland Prefontaine. Como hace cada año. Tras la celebración de la Clásica Prefontaine el cronómetro comienza a rodar hasta llegar a la marca que Pre soñaba, 12´36´´2. 12 minutos de aleteos de mariposa, de silencio y 36 segundos de inocencia recobrada y resucitada mientras el silencio se rompe con el mismo grito de aquellos años 70: «PRE, PRE, PRE!´´. Nadie corrió tan rápido como Prefontaine, nadie iguala la inocencia que da un estadio vacío. Habré visto muchas veces anochecer, muchas veces amanecer, pero las dos veces que mereció más la pena fue cuando se me hizo de día leyendo ese díptico vital que es Pastoral americana y aquél día en que la noche me cogió por sorpresa mientras corría preparando otro maratón mientras recordaba cómo la figura de Steve Prefontaine llegó a mi vida. Dos momentos, la noche y el amanecer, dos momentos en los que el ser humano conoce la inocencia que con los años se va perdiendo.

A quienes noche a noche corren para hacer de sus vidas un pasatiempo que merece la pena. Mirad atrás siempre, porque no estáis solos.

Nacido en 1989 en Sevilla. Licenciado en Derecho por la Universidad de Sevilla y Máster en Tributación y Asesoría Fiscal por la Universidad Loyola Andalucía. Forma parte de 'Andaluces, Regeneraos',...