Me lo contaba muy enfadada: “No pude, no pude callarme, verla con el burka en el ambulatorio me molestó.  Ahora siento haberme puesto tan nerviosa,  pero fue superior a mí”.

 

Eloína Calvete. Mi amiga, siempre tan tranquila, estaba muy alterada: “De verdad, de verdad que no salgo de mi asombro, en pleno siglo XXI, en España, una mujer sentada en la consulta del pediatra, con una niña en su cochecito y con ese trapo horrible”.

“Tendría que haberme callado, lo sé, no me lo digas.  Tú tan comprensiva como siempre. Tan ecuánime y tan justa.  Bueno, pues  comenté en voz alta lo denigrante  que me resulta esa prenda”.  Mi sorpresa fue mayúscula, cuando oí la voz de la mujer, me quedé de piedra: Llevo el burka porque mi marido es musulmán,  soy sevillana pero no me importa usarlo. Muy fuerte, chica, muy fuerte. Me levanté y salí del consultorio echando chispas”, concluía mi amiga.

Ahora era yo la que no salía de su asombro. Me negaba (y me niego) a creer que ninguna mujer aceptase  de buen grado utilizar semejante prenda. Es humillante.

Hace varios meses de esta conversación. Ahora, en el Senado se ha aprobado una moción, hace dos semanas, que insta al gobierno a prohibir su uso en los espacios públicos. Pero me sorprende que la señora Terrón,  secretaria de Estado de Inmigración y Emigración, considere que una legislación sobre el uso de esta prenda sea un “debate falso”.

Es cierto que aún no se ven muchos burkas por las calles. Entiendo que los políticos intenten protegerse de ser tachados de racistas o intolerantes. Sin embargo, en  este tema hay que “mojarse”, no valen medias tintas. Sí o sí. De nada valen ministerios  ni ministras ni vicepresidentas, si se permite el uso de una prenda que  ofende a quien la lleva,  y a todas aquellas mujeres  que un día nos manifestábamos  en demanda de Libertad, de Justicia y de Igualdad.  Y hay que hacerlo, ya. Mejor hoy que mañana.

Soy mujer, tengo más de cincuenta años y me considero una persona tolerante.  Y, a pesar del  riesgo de ser tachada de racista, quiero dejar clara mi postura. Hay que prohibir el uso del  burka en público. Si para eso han votado conjuntamente PP y CiU, pues  ¡vale!  ¿Qué han presentado la moción por   intereses electoralistas?  ¡Vaya novedad! La decisión se ha tomado y me parece perfecta.

“Fíjate, no me importa si dicen “miembra” o miembro. Si soy ciudadana o ciudadano. Creo que nuestra ministra se pierde en nimiedades. La cuestión del burka  sí es importante. Sentaría un precedente nada beneficioso para la mujer aceptar por las calles la funesta prenda. Sería como dar marcha atrás, como renunciar a todo aquello por lo que un día luchamos. Así que ya ves, estoy de acuerdo contigo, creo que yo también me habría  levantado”  Mi amiga sonrió, esta vez se había equivocado conmigo.

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