Nuestro sino es pasar, nunca me canso de repetirlo, será posiblemente porque es algo que tengo asumido, mi limitada experiencia en la vida así me lo ha hecho ver, por eso será que es inevitable que aluda a este pensamiento a la hora de escribir estos párrafos.

Pasa lo bueno y lo malo, lo común y lo extraño, todo termina pasando, nos guste o no, pasan las estaciones, y con ellas sus meses, sus semanas, sus dias y sus horas, acompañados de nuestras vivencias, de nuestros actos, de las cosas que hemos dicho, y de las que nos hemos callado.

La Semana Santa no es ninguna excepción en esta regla, y hpy cuando faltan escasos días para el pregón y para que comience la Pasión según Sevilla, casi la vemos pasar por delante de nuestros ojos.

En ella todo pasa, igual que llega, se va; lo mismo que nos regala su víspera, nos deja cuando se marcha el más grato sabor en forma de recuerdo, de estampa en nuestra memoria, de trazo que compone nuestra vida cofrade, puesto que como bien dijera el poeta, todo pasa y todo queda, porque aquello que nos hace sentir algo no se olvida fácilmente. Es más, simplemente no se olvida, queda porque tienen que quedar.

Y nuestras cofradías pasarán y de ellas guardaremos para nosotros tantas cosas como queramos, puesto que tras el paso de las mismas, siempre nos queda un reguero de cera en el suelo, la mirada perdida de un nazareno, el sonido roto de un martillo, la voz seria del capataz, la fragancia de una jarra de flores, el eco de una marcha que se va mezclando con el barullo, la luz de los candelabros de cola de un palio, el dibujo de un manto, un olor a incienso que no llegará a ser olor, porque solo se intuirá en la brisa; y la sensación de haber vivido un momento inolvidable, que no se repetirá hasta que pase una nueva cuaresma envuelta en noches como esta.

Disfruten de lo que queda de vísperas y sean felices, hasta la semana que viene.

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