El Partido Popular (PP) y Mariano Rajoy celebran dos años de su amplia victoria en las urnas y lo hacen llegando al ecuador de una legislatura que se ha caracterizado por el incumplimiento sistemático de su programa electoral, por el tijeretazo en derechos y servicios básicos y por la ruptura con amplios sectores de la sociedad española, por no hablar del Caso Bárcenas.

Parece que a nivel económico, o a nivel macroeconómico, es donde solo se ha mejorado, porque de haber ido ir a peor hubiera sido de traca. Con el Cid Campeador moderno, Luis de Guindos, al frente y autoproclamado héroe de esta gesta, parece que se ve algo de luz al final del túnel según comentan los expertos, pues los nubarrones se alejan de la banca española y el Eurogrupo da por finalizado el carísimo rescate a la banca en el próximo mes de enero, 18 meses después del programa de asistencia.

No obstante, la gran asignatura pendiente del rescate a la banca sigue siendo la falta de circulación de crédito que permita dinamizar la actividad de empresas y particulares. Y esta misma asignatura, que pasa por mejorar las condiciones de los ciudadanos, no logra tampoco aprobarla el Gobierno en estos dos años.

El rescate a la banca española por más de 100 mil millones de euros y la nacionalización de bancos como Bankia no han salido gratis a la ciudadanía, que además de poner dinero a través de sus impuestos ha visto cómo se ha desmantelado el Estado de Bienestar a costa de Ratos y Blesas. Porque el Cid de esta previsible mejora no es ningún De Guindos, que no se equivoquen, si no cada uno de los más de 40 millones de españoles que entre dificultades y sacrificio tiran del carro día a día.

La ayuda a la banca se ha traducido en un sangrante recorte de 10.000 millones de euros (3.000 en educación y 7.000 en sanidad) en lo que puede considerarse como el mayor recorte de servicios sociales de nuestra democracia. Con este coste a ver quién se atreve de entre las filas populares a cambiar el argumentario que abandera el PP por doquier anunciando el fin de una crisis que no se siente en la calle.

Con el PSOE aireando sus vergüenzas, porque Rubalcaba no ha estado y no sé quién aún lo espera (a ver qué pasa en el congreso de Granada de este fin de semana con los barones, Susana Díaz y su incipiente carrera por la Secretaría General del PSOE), la oposición la ha ejercido el propio PP, eso sí, de la mano de la tan temida hemeroteca.

¿Cómo se debe sentir un votante del PP que apostó por el que prometía meter la tijera a todo, salvo a las pensiones, sanidad y educación, por el que proclamaba además que acabaría de una tajada con el paro y que no iba a subir los impuestos? Pues imagino que como nos sentimos el resto de los españoles: indignado, a la par que engañado y estúpido por haber confiado en un programa que de lejos se veía que no era real.

A pesar de todo, ¿qué pasaría si hoy se celebraran elecciones? Volvería a ganar el PP con una ventaja de más de 7 puntos con respecto a un hundido PSOE según el Barómetro de octubre del CIS. Sencillamente es incomprensible. Que vale que la alternativa puede no ser alentadora, pero seguir apostando por esta política… Soy de las que se niegan a pensar que tenemos los políticos que nos merecemos, porque no nos merecemos a semejantes sinvergüenzas, pero nuestro masoquismo traspasa lo enfermizo.

¿Qué más tiene que hacer este Gobierno y el Partido Popular para que la ciudadanía castigue su comportamiento? Los jóvenes se ven obligados a emigrar o a dejar sus estudios por la falta de becas, los ajustes en las pensiones provocan una pérdida de poder adquisitivo para pensionistas y las prestaciones por desempleo son cada vez más raquíticas e incluso se ha demonizado al parado español acusándole de estafar al Estado.

Por si fuera poco y por desgracia, la lista de recortes y atentados contra la ciudadanía no deja de ampliarse, llegando hasta querer ahora regular el derecho de huelga y a trabajar desde el Gobierno en una Ley de Seguridad Ciudadana que es un insulto al derecho de manifestación y a la libertad de expresión e información.

Caminamos hacia un Estado policial en el que no cabe la crítica y en el que se azuzan a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado contra los propios ciudadanos para defender a toda costa unas reformas que se amparan tras una mayoría absoluta que sirve de excusa para gobernar a su antojo.

Decisiones impuestas, sin consenso ni debate público, que recuerdan a otro régimen donde hablar de derechos o simplemente hablar no estaba permitido.

Un grave retroceso político el que hemos sufrido en tan solo dos años que nos hace celebrar de forma macabra en un mismo día la victoria del PP en unas elecciones generales, el fallecimiento de Francisco Franco y la muerte de José Antonio Primo de Rivera. Agridulce 20 de noviembre, que a veces nos traes esperanza y otras nos haces regresar al pasado.

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