mercedes-serrato-10-07-17

Hace no mucho, alguien, medio en broma medio en serio, aludía a que mi labor investigadora se enmarcaba dentro de nuevas corrientes en sintonía con lo políticamente correcto. Contra todo pronóstico, no me enfadé, la sorpresa no me dejó hacer tal cosa.

Resulta que una se pasa el día discutiendo, argumentando, rebatiendo, recibiendo palos por las redes, insultos en su correo, incluso valoraciones superficiales de su aspecto cuando ya no pueden discutirse sus ideas, con la sensación de que se mantiene una cruzada constante contra el mundo para que al final, resulte que es una buena chica bienpensante.

En estos días he visto varias veces, no sé si porque he empezado a fijarme más, que cada vez que se recrimina a alguien una conducta discriminatoria, se parapeta en estar en contra de lo políticamente correcto, como si lo suyo fuera una disidencia admirable y no una conducta reprobable por faltar al respeto y la dignidad de otros seres humanos.

Lo políticamente correcto se nos ha vendido, y puede que con razón, como un concepto moralista, casi mojigato.

El problema es quien decide que es políticamente correcto y por qué lo es. No existe un comité u organismo de corrección sociopolítica y moral que decida que ahora es bueno esto y malo aquello.

Analizando los discursos de la disidencia de la corrección, es fácil ver un argumento que se repite en casi cualquier ámbito: “Algo que hemos hecho toda la vida no puede ser ahora malo, de la noche a la mañana, sin más ni más”.

Suele ser esta clase de gente la que te argumenta, sin rubor alguno, que siempre en el colegio nos hemos metido con el gordito o la larguirucha, y que no pasaba nada, que eran cosas de niños, pero que ahora todo es muy dramático y se considera un problema.

Tengo la inmensa suerte de no haber sufrido acoso escolar, pero si que he conocido, a edad adulta, al gordito, la larguirucha y alguna otra persona que fue objeto de acoso. Por una cuestión de respeto básico, escuchando lo que cuentan, nadie podría volver a asumir de buena gana esa teoría de que eran cosas de críos y crías, y que no tenía mayor importancia.

Ya si hablamos de mujeres y corrección política, no necesitamos más. Los anuncios tienen que seguir cosificando a la mujer, es lo lógico porque siempre se ha hecho así, y no pueden venderse cosas sin adorables jovencitas en el infrapeso, cuando no son deseablemente sexualizadas para crear la ilusión de que te la podrías llevar a la cama si te compras ese perfume.

“Toda la vida se ha hecho así” debería ser el argumento más desterrable del ideario colectivo, pues resulta igual de nocivo cuando se aplica a la violencia contra las mujeres, como cuando se emplea para defender al Toro de la Vega.

Decir que se va en contra de lo políticamente correcto suele ser la llave maestra para dar legitimidad a pensamientos, que de base, son complicados de justificar en un siglo en que deberíamos estar bastante al día en cuanto a Derechos Humanos.

Así que nada, sigamos ensalzando al cuñadismo y ese heroico movimiento de gente que va en contra de los dictados que aún ni se han establecido; luego no sabremos como es que Trump gana elecciones, o sí.  

Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...