Los recovecos de la memoria son siempre curiosos y algo impredecibles. Una anda con sus prisas, sus desganas, sus exámenes y de pronto, en el titular pasajero de un boletín informativo de radio escucha una palabra y se transporta un buen puñado de años atrás, a un montón de recuerdos infantiles… La palabra había sido «Almoraima».

Solo he estado una vez en esa finca gaditana, era muy  pequeña, creo que ni había cumplido los seis  años. Como he dicho, un montón de recuerdos me vinieron de pronto pues según dicen, la memoria episódica  puede volver así, con un pequeño detonante, y además, aquella experiencia fué bastante relevante en mi breve biografía infantil hasta esa fecha.

Hasta que no fuí a la Almoraima (concretamente al Aula de la Naturaleza de la Jarandilla) yo no recuerdo haber dormido tantas noches lejos de mis padres. Allí fué la primera vez que sostuve una rana en mis manos, primera y última porque creo que los gritos que pegaba del puro repeluco aún resuenan en aquellos bosques… En el Parque de los Alcornocales la ignorante niña de ciudad que yo era (y que probablemente sigo siendo) descubrió de donde salía algo tan curioso como el corcho y aún por mi casa rueda una especie de botecito que fabricamos con dicho material. Recuerdo una travesía en canoa por un bosque umbrío y pasar por un puente de esos de cuerdas y tablas que solo la ciencia pura sostiene.   En aquel lugar anillamos un pájaro y lo dejamos libre tras ello,  paradójico que recuerde eso con cariño con la fobia tan tremenda que le tengo a las cosas con alas, pero así es.  Lo más curioso que he recordado han sido mis escrúpulos a sentarme en el suelo, en cualquier momento, en cualquier lugar… Una niña cuyo colegio estaba en un convento de clausura veía más lógico sentarse en el frío mármol del suelo del recreo que sobre la hierba, la tierra húmeda o una piedra del campo, todas cosas que ensuciaban la ropa, por lo que yo, niña buena hasta el extremo de la mojigatería, no podía admitir… Pero incluso podría decirse que en esa finca  me acabé asalvajando y curiosamente llegó el momento en que no grité cuando el monitor me dejó en las manos una serpiente.

Rebuscando en Internet parece ser que La Jarandilla cerró a finales de 2010 o principios de 2011. Una de las primeras víctimas del camino que el Gobierno central intenta trazar para este paraíso.  Todo se encamina a que construyan un resort, el más grande de Europa; uno donde catetos con dinero de medio mundo vengan a cazar, jugar al golf, al polo o a alguna gilipollez parecida… Yo sembré judías y para mí fué algo tan nuevo, tan fascinante que volví a mi casa pensando que no podía haber un sitio más chulo en el mundo… A los niños que visiten el resort no creo que les dejen darle un biberón a un corderito como nos pasó a nosotros, esos pobres niños ricos podrían crecer sin saber de donde se saca el corcho pese a permanecer en el mismo sitio donde yo aprendí tal cosa…

No sé de que me quejo, este es el mundo que tenemos, el gobierno que tenemos, los intereses que tenemos y lo peor de todo, la herencia que queremos dejar a los que vienen.

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Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...