perquis betis

Las jornadas pasan, y el agujero que separa al Betis de la salvación es cada vez mayor. Demasiado tiempo sin ganar, irrecuperable el tiempo que se ha perdido. El Betis se dirige a una de las peores temporadas de su historia, pero todo problema tiene sus orígenes. Intentamos explicar las  principales causas del desastre.

Hasta ahí todo entra dentro de la lógica, pero es a partir de ese instante cuando el máximo responsable de la parcela técnica, por aquellas fechas Stosic, debe plantear soluciones de garantía para asegurar la continuidad de un proyecto y un sistema de juego que les había llevado a clasificarse para una competición europea.

Se decide apostar por el veterano Verdú como fichaje estrella, un futbolista cuyos kilómetros recorridos podían ensombrecer sus grandes dotes técnicas. No era el perfil adecuado para encargarle la batuta del equipo. Pero es en la portería donde la palabra riesgo se queda corta para definir la apuesta de Stosic. El danés Andersen y el argentino Guillermo Sara. El primero, internacional danés y con experiencia en el fútbol francés, se perfilaba como titular. Y el segundo, sin ningún tipo de experiencia en el fútbol de élite, venía de aprendiz y encendía las primeras alarmas. “No hace falta salir de España para encontrar porteros contrastados y de gran proyección”, se empezaba a escuchar en las gradas del Villamarín.

El resto de incorporaciones, salvo la de Chuli, parecen ser fruto de meras oportunidades del mercado, con poca previsión y, por ende, escaso seguimiento. Algo más acorde con un recién ascendido que con el séptimo clasificado de la liga española. El bajo rendimiento de estos jugadores, hasta el momento, ha sido consecuencia directa de la inestabilidad deportiva e institucional del club, envuelto en una nube de desconfianza y negatividad.

Destitución de Pepe Mel

Los resultados no llegaban, los jugadores no rendían, Rubén Castro no aparecía, la posición en la tabla era cada vez peor y de nuevo se sufrió una abultada derrota en el Sánchez Pizjuán. Motivos suficientes para alimentar la crispación en el beticismo, y para empezar a mirar al palco. La directiva ratificó por activa y por pasiva la confianza en su técnico, pero se puso nerviosa. El Betis siguió perdiendo, Pepe Mel daba síntomas de haber perdido el control de la situación y su margen de error se agotó. Se optó por hacer rodar la cabeza más sensible en esas circunstancias, la del míster. Decisión para nada compartida por la mayoría de los seguidores verdiblancos. Ellos sabían que “la enfermedad” no estaba en el banquillo.

Entrenadores inexpertos

La presión popular hico torcer el brazo de la cúpula y se anunció la destitución de Stosic, quizás demasiado tarde. Garrido era el elegido para tomar las riendas del vestuario. Un entrenador cuyas ideas no se distancian demasiado de las de Pepe Mel, pero que carece del carácter y los conocimientos necesarios para revertir la complicada situación que atraviesa el cuadro andaluz. Muchos hubiesen optado, con toda coherencia, por un hombre de la casa, como Francisco Chaparro, o por un míster experimentado en el fútbol español, que aporte al vestuario la experiencia de haber sacado del pozo a otros equipos. José Luis Mendilibar o Abel Resino eran opciones que encajaban en ese perfil.

Poco duró la andadura de Garrido en el Betis. No hubo reacción, sus números fueron nefastos y los rivales directos cada vez ponían más tierra de por medio en la tabla. Y se volvió a cometer el mismo error, a medias. Esta vez el elegido era un viejo conocido de la entidad. Gabriel Calderón, pero de su paso por el Betis hace ya alguna que otra década. Mucho ha llovido desde entonces, y pocos creen que su experiencia como seleccionador de Baréin o de Omán pueda revolucionar al equipo.

Tardanza en el mercado invernal

La única esperanza que le queda al aficionado verdiblanco es la llegada de refuerzos. De momento solo llegó Leo Baptistao, jugador que si recupera la chispa puede engrosar el casillero goleador del equipo. Pero a falta de unos días para el cierre del mercado, aún sigue sin llegar un portero de garantías, algún que otro defensa que dé consistencia a una zaga que hace aguas por todos lados o algún centrocampista que pueda organizar el juego del equipo y/o que surta de balones a los de arriba. De nuevo, se hace latente la falta de previsión.

Mucho trabajo por delante, y muy poco tiempo de reacción. Al Betis se le escapa la categoría y poco más que un milagro puede evitar el destino que todos temen: el descenso. A día de hoy, lo único de primera que tiene el Betis es su afición, que jornada tras jornada sufre y padece los males de su equipo.