Hace unas semanas, al hilo de la obra de teatro que Juan Echanove y María Galiana ofrecieron en el Lope de Vega, les comentaba que pese a lo que la actualidad nos asfixia en estos días, es bueno intentar despejarse con todo lo que nos regalan quienes se suben a un escenario.

Entiendo que es un esfuerzo económico para muchos en estos tiempos, tampoco ando yo en todas las representaciones que me gustaría, que la programación operística prefiero ni saberla de lo prohibitiva que me resulta para el bolsillo y la rabia que me da el no poder ir; pero entre descuentos de internet, el ahorro considerable que supone no fumar y relativizando que más caro es ir al cine, la semana pasada asistí a como en estos tiempos de crisis hay quien se inventa, se reinventa y de paso te alegra la semanilla un poco. Javier, Javi y Lucía Ruibal abren las puertas de una casa llena de arte, nostalgia, alegría, sentimiento…

El público de Ruibal no es cualquier cosa, no se vayan a creer. Los discos nos gustan porque a veces no son solo eso, son anecdotarios e incluso recetarios, porque no saben lo que han ganado las torrijas en mi casa con los consejos del gaditano, pero básicamente el público de Ruibal es que somos de directos. Los directos de Javier son una reunión de amigos con un hombre sin trampa ni cartón, un señor con una guitarra y un puñado de canciones que ya quisieran muchos poderlas rubricar. Javi, que en palabras de su padre está criado a mano, como los buenos pavos, además de ser un gran percusionista y acompañar a Ruibal sr, tiene su propio grupo, pero eso sería para otro graderío. Lucía es su niña, y si en palabras de mi madre Javi va con su padre porque toca de todo, Lucía baila también lo que se encarte. Esta familia es de corazón y de talento, no es una saga descafeinada que pretendan vivir de un apellido como si fueran los Iglesias, no, aquí la sangre no enchufa, aquí la sangre derrama gracia.

Javier Ruibal no ha vendido millones de discos para conseguir El Disco de Diamante, y ¿saben que les digo? Que ni falta que hace, porque ahora que tan de moda están los discursitos que profetizan que acabaremos con la música puedo afirmar que mientras que existan ARTISTAS, gente capaz de abrirse el corazón sobre las tablas o en un concierto íntimo en una azotea, tendremos música, porque si uno aspira a compartir lo que hace y vivir dignamente de ello pero sin casa en Miami y moto de agua aparcada en la puerta; como dijo Bécquer de la poesía, habrá música.

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Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...