Antes de plasmar mi opinión en este humilde artículo, he de comentar que estrenarse en este género con el derbi sevillano, no es la apuesta más segura, pero familiarizándome con esta fiesta del fútbol y con los sentimientos que éste destila convirtiendo a aficionados de “las dos aceras” en espectros superados por el nerviosismo y viviendo al límite durante 90 minutos, y lo que viene después.

Al límite llega el Betis al Sánchez Pizjuán, ahogado por las urgencias de un mal inicio de temporada, y siendo foco de las burlas de la afición contraria, y no duden que esto se pueda plasmar mediante algún tifo en gol norte, es una posibilidad. Lo que sí es cierto, es que el club de La Palmera debe olvidar esta condición y transformarla en esa intensidad, que poco a poco va recuperando y tanto le cuesta transmitir al equipo de Mel en esta temporada. Ese plus que iguala a equipos de desigual potencial, y que debe guiar al equipo verdiblanco en el comienzo del encuentro para anular las capacidades del rival y conforme pasen los minutos recuperar esa confianza que actualmente no les acompaña.

Si hay una característica que, esta vez sí, no va a echar en falta el Betis es la intensidad y concentración del inicio. La manita continúa pesando en Heliópolis, y las palabras de los protagonistas delatan que el resultado del año pasado han estado en boca de Mel durante estas dos largas semanas de preparación. Que se repita lo del año pasado es un imposible, y retrataría demasiado al técnico si eso sucede. Como dice Amaya, son un equipo herido y ese va a ser su mayor peligro, ya sea con Rubén Castro, Jorge Molina o Chuli.

El favorito claro, es el Sevilla, aunque, como es lógico, trata de eludir su condición. Los nervionenses no se han bunkerizado, como sí ha hecho el Betis en Montecastillo, pero han reducido mucho su presencia en los medios de comunicación. Hasta el pasado viernes, Unai Emery ha tardado doce días en aparecer, un dato que refleja el mimo con el que se ha preparado el duelo en la carretera de Utrera.

La comodidad es relativa en Nervión. Asentado en la clasificación, aunque no en la posición que la calidad de su plantilla proyecta, en plena progresión y con la confianza de la última victoria en Cornellá, donde alejó el maleficio a domicilio; el Sevilla llega en mejores condiciones que su rival, eso es una verdad innegable, pero los fantasmas no están tan alejados como la herida del Betis ha aparentado. Llegan con más soltura y con la tecla del esquema ya pulsada por Emery ante el Español. Pero fue sólo un encuentro, un partido muy completo que debe ser ratificado en el partido donde priman otras cosas por encima del sistema y la calidad de sus jugadores, donde las dudas pueden reaparecer de un plumazo si el equipo se va apagando según avanza el envite y traslada el nerviosismo a la grada. La ráfaga de optimismo no es tan poderosa para pensar en un favoritismo total del Sevilla.

El análisis del pasado invita a un solo resultado, pero la fuerza del derbi y los sentimientos que éste despierta trasladan al aficionado a una perecedera congoja, sumergida en la incertidumbre sobre el futuro de un partido de tanta trascendencia para la vida de la ciudad, al menos con el afán de subsistir con más comodidad frente al vecino. Pues en otros aspectos cotidianos, el sufrimiento está tan instalado que hasta un equipo de fútbol puede salvarnos momentáneamente de la depresión.

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