Y qué si levanto la voz, por Belén Zurbano

Juan Carlos I, adalid de los autoproclamados “juancarlistas” – corriente pseudomonárquica típicamente española que se quedó a medio camino entre la asunción personal de considerarse seguidor, sin tapujos, del “Dios, patria y rey” y rasgarse las vestiduras a la francesa y contra los privilegios por herencia- fue operado en una clínica privada catalana de un “nódulo en la región apical del lóbulo superior del pulmón derecho”. Toma.

Belén Zurbano Berenguer. Pero no tiene nada que ver que se fume un habano cada vez que pueda. Su tumor no está relacionado – dicen los médicos- con su antigua adicción al tabaco. Un tumor en un pulmón real no es una consecuencia del vicio, qué va, es, un tumor real.

Pues que se lo cuenten a mi madre, que es no sólo madre sino enfermera, que me hubiera echado una mirada de “te lo dije, fumar es malo” que no hubiera aguantado con la suficiente dignidad como para contestar “descuida mami, lo mismo tenemos suerte y no tiene nada que ver, como el rey”.

Que nos alegramos todos –hasta los republicanos- de que no sea nada, es –o debería ser- un hecho indiscutible –la miseria ajena es sólo virus de los miserables. Pero de ahí a que un tumor en una persona que en la actualidad sólo fuma ocasionalmente, pero que tiene una larga trayectoria pasada decigarros constantes entre los dedos, no esté relacionado con lo que ahora llaman “tabaquismo” en mitad de una ola de hipersensibilidad, me parece, cuanto menos, sospechoso. No teniendo ni los más mínimos conocimientos de medicina, y a tenor de los pocos adquiridos a través de las diferentes campañas propagandísticas contra el tabaco, me parece casi una relación inevitable. Será que las campañas exageran. Será que siempre puede tener “algo” que ver que ese hombre, que es nuestro rey pero tiene células igual que todos los demás, fumase.

Flaco favor le hacen desde luego a ese intento de convencer a la gente de que “fumar puede matar”, “fumar puede causar una muerte lenta y dolorosa” si ahora llega el rey, a su edad, con un problema pulmonar, y resulta que además, no tenía nada que ver con su anterior manía de fumar. Y en mitad del debate de la nueva ley antitabaco. Ley en la que está tomando gran protagonismo, por cierto, el Comité Nacional para la prevención del Tabaquismo que se ha permitido organizar votaciones –cual niñatillo en una red social para elegir si sus amigos son del Barça o del Madrid – para averiguar si la gente está o no a favor de que no se pueda fumar en ningún sitio público cerrado. O sea, en ninguno es en ninguno excepto hoteles, psiquiátricos y cárceles, y no en todos lados. Pero ahí también hay cierta tendenciosidad. Para votar porque NO se implante la nueva ley hay que hacerlo en una plataforma que se llama “prohibido prohibir”. NO digo más.

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