Y qué si levanto la voz, por Belén Zurbano

Ya va pasando el invierno y con él la noche temprana. El Andaluz Errante que todavía no sabe dónde ha perdido a su esposa imaginaría ( eso dice, que no la encuentra y que ella se ha llevado su talento para escribir ) y yo estamos en un bar cutre. Hemos decidido bajar de “allí” para estar “aquí”.

Belén Zurbano. Tres botellines de cerveza vacíos, dos medio llenos  ( o medio vacíos, para qué vamos a dogmatizar) un  cenicero y nuestras manos es todo el paisaje que  adorna la mesa. También nuestros  corazones,  ansiedades y deseos, pero esos los  vemos sólo  nosotros.

Apenas nos hemos dado un cálido beso en los labios. Acabamos de llegar, ni una de las cervzas es nuestra. Él tiene unos labios finos, cómo sus dedos, y muy húmedos, por eso me encanta cuando me besa, resbalan mis siempre agrietados labios en ellos. Es reconfortante.

Ay, mi horrenda preciosidad… si tú supieras que estoy dejando el alcohol- me dice con esa media sonrisa suya tan peculiar.

¿Ah, entonces las dos cervezas son para mi sola? – no puedo evitar reírme, que es lo que él pretende ( “lo primero, ha de ser una sonrisa, lo ultimo, pude ser una lágrima, pero lo primero que has de conseguir de una persona es su sonrisa” )

– Es cierto que me gusta mi copa de vez en cuando, pero prefiero mil veces la marihuana.

Es lo más sano creo- le contesto encendiéndome un pitillo que sujeto con los dientes porque me siento más dura así, una mujer dura, que es lo que quiero ser, y que los dos sabemos que no soy, pero él me deja interpretar mi papel y yo lo hago encantada. Ya llevas demasiado tiempo siendo regañada por un tío cómo para venir yo ahora a seguir diciéndote cómo deberías comportarte, me dijo un día el Andaluz Errante – No me hace vomitar.

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