De entre el rechazo general al concepto “banca” y a su materialización en bancos creo que ING siempre se había librado de mis odios más profundos. Es más, hasta me producía simpatías. Algunos de mi entorno incluso bromeaban: “¿Te pagan comisión o qué? Tú alabando un banco…”.

Las cosas que más valoraba de este banco eran, por un lado, su eficacia: nada de colas en sucursales con menos empleados de los necesarios por aquello de maximizar beneficios, nada de letras pequeñas incomprensibles sino manuales de instrucciones de cada producto contratado, nada de esperas interminables colgada a un 902 y problemas que no se resuelven a la primera sino que siempre había encontrado a un “gestor”, en su propia jerga, formado y cualificado para, en una sola llamada y por lo general rápidamente atendida, solventar mi problema o duda.

Y otro de los aspectos que más valoraba, también sorprendentemente, era su publicidad: el concepto del “fresh banking”, que me llego al alma por identificarme plenamente con la sensación de libertad, eficacia y celeridad de mis relaciones con ING; la ardilla que recorría el país saltando de cliente en cliente, la lucha entre ahorradores y no ahorradores, el baile sobre “pagar por las tarjetas” de la cuenta nómina…

Sin embargo, he visto ya en varias ocasiones un nuevo anuncio que se basa en comparar la palabra “comisiones” con otras palabras a juicio de los creativos publicitarios como “inútiles”. Arrojemos las comisiones al cesto de las palabras inútiles es el gancho central del spot. Y entre esas palabras inútiles, por ejemplo están: “mayeútica”, “inane” o “equinodermo”. No voy a defender que sean palabras de moda, ni siquiera al uso, pero desde luego rechazo esta forma de desprestigio del lenguaje y del conocimiento. Precisamente, sufrimos un proceso de simplificación lingüística vergonzosa. Cada vez más anglicismos y tecnicismos relacionados con las TICs (Tecnologías de la Información y la Comunicación, por si hay todavía alguien en este país que dude de las archiconocidas siglas, pues yo, como era norma consuetudinaria, otro bonito palabro, se lo indico desarrollándolas la primera vez que las uso), pero como dicen mis amigos latinoamericanos, “ya mismo usáis no más de cinco palabras para comunicaros y os quedáis tan a gusto”. 

Pese a todo, no creo que la lengua vaya empeorar con el paso del tiempo ni mucho menos que vaya a reducir drásticamente su número de entradas, pero desde luego sí creo que se tiende demasiado rápido a desterrar palabras no sólo útiles sino lindas, al cajón de lo pasado como tiempo a olvidar. Echo de menos algunas expresiones como “¡puñetas!”, “irse a freír espárragos” o mira, “mayéutica”. Porque al igual que esta última esconde no un uso en referencia a expresiones malsonantes, sino un conocimiento, un saber, mucha gente está empezando a encontrar extrañas palabras muy muy importantes (y algunas sencillas) como “narcisismo”, “areté”, “parangón”,  “mística”o “alféizar”, “giñapo” o “rapapolvo”. 

Desde aquí quiero hacer un llamamiento: vale, aceptamos las disculpas (http://goo.gl/6vfAo), pero, por favor, vuelvan a los anteriores publicistas. Contraten a los de la ardilla, o, si son los mismos, se lo ruego, tómense un descanso, váyanse de vacaciones a Kuala Lumpur y vuelvan con la mirada limpia. No se adentren en la fácil senda de la mediocridad y el desprestigio. En la facilidad de construir destruyendo. No se suban al carro del chiste fácil, la rima predecible y los clichés del avance sobre la destrucción de lo anterior. No aplaudan el empobrecimiento de una lengua categorizando sobre la utilidad o la inutilidad de las palabras que han modelado nuestras mentes y construido nuestra Historia. 

Y no, yo tampoco creo que “mayéutica” sea una palabra inútil. http://www.revolucionnaturalista.com/2011/11/mayeutica-es-una-palabra-inutil.html

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