Vótame. Cómprame. Bésame los pies. Te prometo: te prometo mi mano. Te prometo todas sus manos. Te prometo casita con vistas a la playa (o lo que de ella quede). Te prometo coche amplio. Te prometo ingentes cenas y lujo, e incluso sustancias ilegales. Te prometo voz y especulación. No te prometo: no te prometo proteger el medioambiente (¿qué era eso?). Ni te prometo dignidad, ni justicia, ni te prometo que algo de lo que haya dicho anteriormente sea real.

Laura Rosal. Adelante, hunde tu mano en mi urna. Húndela entre billetes que se pudren. Húndela también en mi cuerpo, sácame las tripas, ¿quieres venderlas también? Hunde este país un poco más. Arrástralo al fondo y ánclalo, y que no se mueva ni tiemble. “El gran problema pendiente de nuestra democracia es el urbanismo”, escribe Albert Gimpera. Demasiados engaños, partidos que prometen reformas legales, promesas y más promesas que nunca llegan a alcanzar el valor de algo tangible.

¿Garantías?: Flaqueza. Debilidad institucional. ¿Democracia? Que alguien busque su significado etimológico, nos reiremos mucho; pero no lo suficiente como para que nos dejen de clavar puñales, metiendo el dedo en la herida después. Corrupción: ¿Decepción? Naciones Unidas lleva ya unos años alertando a España sobre su “especulación urbanística desenfrenada”. Así somos nosotros. Ladrones de todos los bandos. Así somos, orgullosos, desenfrenados, con bigotes y barriga. Tendremos maravillosas casas en la playa, repito, aunque esta última acabe desapareciendo. Y qué. ¿Desencanto?

Hablamos de una sociedad escéptica. Entonces cómprame, una vez más. Porque el caso de España y su velo de corrupción tiene tanto matiz incomprensible que comienza a parecer una novela de ciencia ficción. Y a mí también, a estas alturas, me resulta tan difícil creer a alguien, creer en algo.

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Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla, empezó en la comunicación local y actualmente trabaja para laSexta. Máster en Gestión Estratégica e Innovación en Comunicación, es miembro...