visglerio-26-julio-de-2016

Una de las mayores virtudes que nos han vendido siempre del sistema político norteamericano era que cualquier ciudadano podía llegar desde la nada a ser presidente de los Estados Unidos.

Yo, en cambio, siempre he pensado lo contrario; yo creo que el problema de los norteamericanos es que, precisamente, cualquier impresentable puede llegar a ser presidente, hasta el bocazas de Donald Trump; simplemente porque tiene dinero y porque la crisis económica ha creado las condiciones para que los descontentos descarguen su ira contra el gobierno votando al indeseable populista que dice lo que ellos quieren oír. Indeseable para algunos, queda por ver para cuántos.

En Europa llevamos el mismo camino, aunque no tenemos el mismo sistema político, lo que sí es equiparable es la crisis económica que ha provocado un ascenso alarmante de los populismos de toda condición. El populismo arraiga donde la gente sufre y tiene problemas; en esos lugares los populistas se encumbran en la medida en la que acusan a los que ellos consideran culpables de sus sufrimientos.

Los populistas de las democracias europeas más consolidadas buscan a los culpables fuera; en las democracias más jóvenes los buscamos dentro. No sabemos que es más peligroso; en Francia ni Marine Le Pen, ahora, ni su padre antes, han conseguido alcanzar el poder de la República para aplicar sus políticas racistas y xenófobas, pero en Gran Bretaña el populista Nigel Farage, con la inestimable ayuda del pardillo de Cameron, ha conseguido, nada menos, que sacar al Reino Unido de la Unión Europea; algo que no ha conseguido, ni siquiera, el populista griego Alexis Tsipras, a pesar de haber convocado y ganado un referéndum con ese objetivo; a lo que parece, en Grecia, el fin era acabar con los partidos tradicionales.

Aquí, en España, el objetivo parecía ser el mismo: acabar con el turno de los partidos de siempre puesto que los problemas de la crisis diagnosticados por los lideres emergentes eran responsabilidad exclusiva de ellos; ya que los dos: PSOE y PP (la casta según Podemos, aunque los socialistas parece que ya han sido perdonados y ya han dejado de ser de la casta), habían dirigido la nave durante la crisis y ambos estaban salpicados por la corrupción.

La crisis actual no se resolverá con fórmulas domésticas ya que tiene un carácter global, pero sí necesitamos para afrontarla una regeneración profunda de nuestro sistema político. La regeneración vendrá de una reforma de la ley electoral, de la ley de partidos, del acceso a la función pública, de la ley de contratación pública y de un marco constitucional nuevo que clarifique las competencias y la financiación de las distintas administraciones. La regeneración no consiste en prejuzgar que todos los políticos son unos corruptos, lo que hay que evitar es que los corruptos se acerquen a ella o que lo tengan fácil para favorecer a los suyos y meter la mano. Y desde luego yo creo que la regeneración no consiste en pretender que un diputado cobre igual que un jornalero porque, entonces, sólo se dedicarán a ella los ricos que tienen la vida resuelta, gente como Donald Trump.

Hijo de un médico rural y de una modista. Tan de pueblo como los cardos y los terrones. Me he pasado, como aparejador, media vida entre hormigones, ladrillos y escayolas ayudando a construir en la tierra...