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El Sevilla resolvió por la vía rápida, con mucha autoridad y un recital de Bacca y Reyes, que marcaron y se asistieron mutuamente.

El Sevilla ni baja el pistón ni entiende de acumulación de partidos ni de bajas ni de rotaciones. Su fiabilidad está a prueba de máxima exigencia. Con el que jugó este miércoles en Eibar disputaba su octavo partido en lo que va de mes de abril y una vez más mantuvo el tono de equipo contundente e intratable que le mantiene arriba en la tabla con 69 puntazos.

En Ipurua despachó a su correoso rival en apenas quince minutos, con una salida fulgurante, pero principalmente con José Antonio Reyes y Carlos Bacca marcando la diferencia, uno dibujando con genio y el otro matando como el nueve de muchos quilates que es. Y cuando eso ocurre el rival que está en frente, sobre todo si a priori es inferior, tiene muy poco que hacer.

Como advirtió Emery en la previa, el Sevilla no se anduvo con chiquitas. Esta vez el equipo salió con dos delanteros, Aspas y Bacca, con Reyes y Vidal en las bandas y Mbia e Iborra marcando músculo en l zona ancha, algo en principio fundamental en un partido que sin duda requería de tipos duros para fajarse, sobre todo por las características del campo y el tipo de juego del rival. Sin embargo, los que son verdaderamente buenos al final siempre están por encima del fútbol de trinchera, incluso en las trincheras mismas.

O lo que es lo mismo, si Reyes está fino el partido es lo que quiere Reyes, sobre todo si al lado tiene a un matador como Bacca. Eso, en resumidas cuentas, fue lo que sucedió en Ipuría. En el minuto 5 el utrerano destrozó las esperanzas locales con un escalofriante pase desde la derecha, que dejó solo a Carlos Bacca. El colombiano adivinó la intención de su compañero, cazó el cuero en carrera y tras sortear a Irureta hizo el primero, un auténtico jarro de agua fría para la parroquia local.

Podría haberse cruzado de brazos con el primero, pero el Sevilla no estaba para bromas y fue a por más. Diez minutos más tarde logró el segundo, otra vez con Reyes y Bacca como protagonistas, si bien contando con la complicidad de Irureta. Reyes botó una falta, Irureta marró en el despeje y Bacca a placer puso el partido todavía más franco. El Eibar, incapaz, era un equipo estéril, absolutamente sobrepasado por un Sevilla que se gustaba y que incluso perdonaba antes del descanso la sentencia, con una serie de contras mal gestionadas en los metros finales.

El Eibar tiró de toda su voluntad tras el descanso, pero con muy pocos argumentos. La única forma de poner en aprietos a Sergio Rico era a balón parado y precisamente al saque de un córner acortó distancias, aprovechándose de una jugada trastabillada que Piovaccari materializó a bocajarro.

El tanto de los locales los metía en el partido, pero la ilusión azulgrana duró poco, lo justo hasta que Bacca y Reyes, esta vez intercambiándose los papeles, volvieran a hacer de las suyas, culminando de maravilla una rápida contra, otra más, de un equipo que como siempre evidenció que cuando se le deja espacios es letal. Bacca metió la quinta, Gameiro, que acababa de salir por Aspas, arrastró a su par, y apareció Reyes, solo, que recibió el cuero del colombiano y definió de zurda ajustando al palo derecho de Irureta, al que tan sólo le quedó contemplar el espectáculo.  

Reyes y Bacca, después de hacerlo todo, dejaron su lugar a Denis y Banega, acabando el Sevilla con un delantero, pero con el centro del campo más poblado, con el fin de tener bien sujeto el choque, ya encarrilado. No hubo que sufrir demasiado, porque el Sevilla con el marcador en ventaja muestra una autoridad infranqueable.

La historia del partido fue la que el Sevilla, particularmente Reyes y Bacca, quiso darle. La de un equipo firme, implacable en el golpeo, por momentos sobrado, manejando los tiempos con empaque de grande, una máquina de ganar que está muy por encima de las circunstancias adversas que se le van presentando en el camino. Es el Sevilla, que metió la quinta marcha hace tiempo y sigue tomando velocidad, quién sabe hasta dónde.