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El equipo de Emery, jugando mucho y bien, se puso hasta dos veces por delante, pero se dejó ganar víctima de su candidez en dos saques de esquina consecutivos y de un recital de paradas de Keylor Navas.

Del partido ante el Levante el Sevilla debe aprender una máxima tan simple como fundamental cuando se juega al fútbol. Los partidos duran 90 minutos, no 70, como parece que creyeron los jugadores de Unai Emery.

El equipo nervionense hizo un partido para ganar ante un Levante acantonado, sin apenas dejar espacios. Jugando un gran fútbol, encontró vías donde no había y hasta en dos ocasiones se puso por delante con todo merecimiento y el Ramón Sánchez Pizjuán a sus pies, totalmente entregado.

Con el golazo de Rakitic, que suponía el 2-1, parecía que la suerte del Levante, que había salvado lo insalvable, se había agotado. Pero en el fútbol cualquiera te pinta la cara si se bajan los brazos. Y eso es lo que le pasó al Sevilla, que en cinco minutos quedó grogüi, viendo como los granotas le remontaban un encuentro que ya era suyo, aprovechándose de la mala defensa de dos saques de esquina.

El oficio que exhibió el equipo en el Calderón el pasado domingo le faltó esta noche para amarrar un encuentro que tenía con toda justicia en sus manos. Emery apostó por jugar con dos delanteros y Rakitic en el mediocentro.

La versión ofensiva dio sus frutos desde el comienzo, en parte porque el Levante salió en todo momento a esperar acontecimientos. Rakitic, letal en los pases largos, era un tormento para la defensa granota y si el tanto no llegó antes de que Coke se inventara el gol de su vida, con un delicioso centro a la red, fue porque Keylor Navas estaba comenzando a convertirse en el hombre del encuentro.

Una vez por delante en el marcador lo lógico era pensar, por cómo estaba jugando el equipo, que los de Emery se iban a desatar. La presión la hacían muy arriba y el Levante apenas podía sacar la pelota de su campo. Pero una vez que lo hizo, prácticamente en la primera ocasión que dispuso, Barral pisó área, engañó a Fazio con una bicicleta y fue derribado por el argentino. Penalti y gol del mismo Barral. Fue el primero de los muchos jarros de agua fría que quedaban por llegar.

En la reanudación el Sevilla salió imponente, metiendo la sexta. Sólo Keylor Navas pudo frenar el aluvión de fútbol que expuso el equipo de Emery en el campo. Gameiro al larguero, Reyes remata y responde Keylor Navas, Coke de cabeza sin portero y le sacan el balón sobre la línea, Rakitic a placer se topa de nuevo con Navas, Rakitic de penalti al palo, Coke de nuevo de cabeza y otra vez Keylor…

Impresionante el recital del porterazo visitante, pero tanto era el empuje sevillista que acabó tirando la muralla azulgrana cuando Ivan Rakitic recibió en corto de Reyes en la banda izquierda, tiró un caño espectacular, se metió en el área y fusiló a la red con un disparo raso inapelable. Brazos al aire, el croata se liberaba del error del penalti y Nervión gritaba por fin con todas la de la ley.

Y entonces, cuando quedan 20 minutos, llega lo inexplicable. El Levante empata en la siguiente jugada, por mediación de Vyintra, tras un saque de esquina. Ver para creer. El Sevilla se intentó rehacer, ya con Marin en el campo, pero al Levante le bastaba llegar para hacer diana. Cinco minutos más tarde, nuevo córner y nuevo gol, esta vez obra de Simao, tras remachar un despeje de Beto a remate de Barral en el primer palo.

Tanto candor desangraba a un Sevilla que había merecido con toda justicia ponerse por delante, pero que atónito veía como perdía en dos jugadas inocentes lo que había ganado con mucho trabajo en unos muy buenos 70 minutos. Emery sacó a Jairo, que acabó expulsado, en busca de una remontada imposible, porque el partido era de Keylor Navas y del Levante, del uno porque paraba todo lo que le lanzaran y del otro porque marcaba cada vez que llegaba.

El Sevilla, estupefacto, acabó yéndose de vacío y muy frustado. Debió haber ganado, incluso por goleada, pero la derrota es inobjetable y debe servir de lección, porque los partidos, además de encauzarlos y merecerlos, hay que saber rematarlos. Es un accidente, sí, de hecho así lo entendió una afición que despidió con aplausos a los jugadores, pero hay que aprender de tropiezos como éste.

Crónica facilitada por el Sevilla FC.

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