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El Sevilla, con una excepcional primera parte, ganaba 0-2 a diez minutos del final, pero acabó cediendo dos puntos en un final surreal que dejó un punto con sabor a derrota.

Poca explicación se puede dar a lo que ocurrió este domingo en el José de Zorrilla. El Sevilla se puso por delante en el marcador en el primer minuto, gracias a un derechazo inapelable de Carlos Bacca, y sojuzgó al Real Valladolid en una primera parte magnífica, de lo mejor en lo que va de temporada, yéndose al descanso con 0-2.

En la reanudación el Valladolid seguía en manos de los de Emery, que pudieron sentenciar en varias ocasiones y que perdieron todo lo que habían ganado en 80 minutos en un tramo final cruel e inexplicable. Primero Manucho sacó petroleo de una jugada aislada, luego Gameiro falló un gol clarísimo y finalmente Ebert firmó unas tablas desesperantes, con la ejecución de un golpe franco que hundió la moral de Nervión y certificó un empate que inevitablemente sabe a muy poco.

Más que miedo había incertidumbre en torno a la solución que iba a dar Unai Emery a la ausencia de Ivan Rakitic, el verdadero sostén del equipo en este comienzo de temporada. El croata hasta la fecha lo había acaparado casi todo, de modo que es comprensible que hubiera muchas dudas en torno al Sevilla que se iba a ver. A buen seguro pocos pudieron acertar el plan de Emery. El vasco sacó un equipo con tres centrales, dos carrileros, dos mediocentros, con Carriço e Iborra, y una línea de tres arriba, jugando Bacca escoltado por Jairo y Vitolo, y cayéndose del once un Kevin Gameiro, que había estado entre algodones durante toda la semana. Carlos Bacca puso de su parte para que no se echara de menos al francés. En el primer minuto cazó una buena dejada de Vitolo y armó un derechazo soberbio que de dentro a fuera se coló por el palo largo de Mariño.

El tempranero tanto inicial puso de cara el choque. El Sevilla se encontró muy cómodo, concediendo muy poco al Valladolid y cogiéndole a la contra con verdadero peligro. Las subidas de los laterales eran magníficas, muy bien cubiertas por los centrales. Las ayudas de Iborra agilizaban todo, mientras que Jairo y Vitolo hacían mucho daño por dentro. Una jugada de ambos antecedió al segundo.

El remate final de Jairo acabó en saque de esquina y el bote del córner en una jugada embarullada, con dejada atrás de cabeza de Cala y formidable remate de Alberto Moreno para hacer el 0-2. Del tanto de Moreno al descanso el Sevilla pudo sentenciar a un Valladolid, que quedó grogüi. Por momento los nervionenses lo bordaban, como cuando Vitolo sacaba una lúcida espuela, que proseguía Carlos Bacca y no acaba en el tercero con remate de Diogo de milagro. Desgraciadamente, más tarde concesiones como ésta se lamentarían.

El portugués volvió a tenerla en la reanudación, como Carlos Bacca y también Jairo… El choque era claramente del Sevilla, que veía con gusto como pasaban los minutos sin el menor sobresalto. Pero sin embargo, en ese bucólico panorama se coló una vez más la tragedia, que parece un rival más cada vez que el Sevilla sale fuera del Sánchez Pizjuán. Minuto 81, centro de Peña, Manucho salta más que nadie y con la testa recorta distancias. A raiz del gol el Valladolid se envalentona y al Sevilla, ya con Perotti y Gameiro en el campo, le tiemblan las piernas.

Sobre todo al francés, que en la siguiente jugada, con todo a favor tras un rechace de Mariño a tiro de Vitolo, manda arriba un balón de gol clarísimo. El fallo del galo fue el penúltimo capítulo de un final trágico, porque dos minutos más tarde Ebert hizo el segundo con la ejecución una falta imparable. El Sevilla se quedaba con cara de tonto y veía como un partido que tenía en sus manos se le escurría de forma inverosimil. Y con esa cara de ver para creer se quedó con las miel en los labios, frustrado viendo que unos muy buenos 80 minutos se quedaron en un solo punto y una honda decepción, ante dos simples chispazos del Valladolid, que no hizo más.

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