Menuda noche la del sábado en el Teatro Central. Producción del Centro Dramático Nacional, se representó la trilogía que -escrita y dirigida por Alfredo Sanzol- componen ‘Risas y destrucción’, ‘Sí, pero no lo soy’ y ‘Días estupendos’, obras que habían ocupado el cartel martes, miércoles y jueves respectivamente. .

Miguel Ybarra Otín. Pocas veces cuatro horas pasan tan rápido. Magníficos los tres títulos, todos ellos compuestos por textos inteligentes y llenos de dinamismo que nos van presentando distintas escenas o situaciones, con diferentes personajes cuyas acciones invitan a la reflexión. Reflexión a través del humor. Humor a veces realista, a veces absurdo, siempre con temas muy cercanos a la vida cotidiana.

Con ‘Risas y destrucción’ empieza todo: la forman 20 historias breves y todas resultan simpatiquísimas y bien resueltas. Siendo cortas, todas tocan la esencia del problema o situación de la que son metáfora o caricatura: el populista pastor protestante que habla de cómo conseguir el cielo; el astronauta gaditano al que piden dejar de ser tan gracioso durante la siguiente misión; o el concursante al que un presentador pesado insta a dar 3 razones para viajar a Cuba: impresionante en la interpretación, perfecto en la dicción Paco Déniz, que aporta razones de carrerilla hasta la octogésima, momento en que la continua sorpresa que es el espectáculo viene aquí en forma de musical: tonta canción sobre el concursante (Paquito) que todos bailan y culmina Paco Déniz con sexual movimiento cubano: desternillante, más aún por la pose sobria, seria, del actor.

Los cinco actores tienen encanto y carisma. Todos mantienen el listón muy alto en las tres obras: Elena González, Natalia Hernández, Paco Déniz, Juan Antonio Lumbreras y Pablo Vázquez.

-Si hubieses sido un perro habríamos sido muy felices. -Sí, pero no lo soy es el magnífico cierre del primer espectáculo, origen además del segundo y de la idea de la trilogía. ‘Sí, pero no lo soy’ trata de la identidad, esa que nunca deja de buscarse o descubrirse, según la vida depara una nueva situación.

Así le ocurre, por ejemplo, a la joven que acude a pedir a sus vecinos que bajen la música: acaba en la puerta echando un polvo brutal, como le cuenta a su amiga con todo lujo de detalles. Lenguaje claro y directo. Como en las demás historias, llenas de fuerza y de frescura.

Así se llega a la última hora y media, después de la que el espectador aún quiere más: cerró la noche ‘Días estupendos’, sobre el verano y las relaciones humanas -quizás mayores libertad, intensidad e ilusión en esa estación-.

En esta ocasión la escenografía de Pablo Andújar recrea un paisaje natural en el que todas las historias siguen oliendo a nuevo: con igual frescura y dinamismo, pero con más desarrollo en los relatos. Son geniales la del torero que llora y se corta la coleta tras atropellar a su gato; la del padre desesperado que habla a un saltamontes sobre su mujer y su hija pequeña (la primera se marchó, ¿qué le dice a la niña?); la del amigo en estado de shock tras descubrir al otro violando a un melón entre las ramas; o la de los nudistas franceses a los que un guardia civil mira un día y hace cumplir la ley al siguiente.

Ingenio y originalidad, en resumen, desbordan cada alocada historia. Simpáticas coreografías de Ricardo Santana y Mónica García. Humor realista, humor absurdo, situaciones a veces llevadas al extremo para hacernos reflexionar. Por eso estas tres obras (2004, 2007 y 2010) del pamplonés Alfredo Sanzol continúan una vez acabadas las risas y los aplausos, que el sábado, con aforo lleno, fueron muy sonados.

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