‘Garrick’, de Tricicle, es una maravilla. Así que en el aplauso todo el público se puso en pie desde el primer momento, aunque otros espectáculos del mismo nivel, pero no cómicos, no hagan o hayan hecho a los espectadores responder con tal entusiasmo. Porque la risa conquista, y en eso este trío son unos maestros.

Miguel Ybarra Otín. Tan maestros que nos presentan en la escena todo un ensayo sobre el humor: magnífico el inicio, una frenética presentación – representación de sus distintos tipos a través del saludo entre dos personas: humor verde, humor negro, humor escatológico, absurdo, inteligente, etc., donde los “¡eeeh!” que se dedican -tan típicos de Tricicle- toman tan diferentes matices y significados, como sus rostros, tan expresivos.

Siguió otra lista, ésta de risas: risa contenida, enlatada, japonesa, contagiosa… un sinfín, una carcajada continua en las butacas. Diferentes esketches -en el ascensor, en los baños- siempre conjugando la máxima sencillez con el ingenio, valiéndose los tres de su talento, a menudo con el escenario desnudo, otras veces con una simple tiza con la que dibujan la realidad que necesitan -un urinario, una radio- para ambientar la comicidad que encierran las más cotidianas situaciones.

Un trío que cumple 30 años y que juega también con el público en el patio de butacas. Tres nombres –Joan Gràcia, Paco Mir y Carles Sans- que llevan toda la vida acompañándonos y a los que siempre es un placer ver en directo: hacen honor en esta obra a Garrick, actor del XVIII cuyas actuaciones recomendaban los médicos. Tricicle, qué grandes doctores.

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