Foto: Javier Caró
Foto: Javier Caró

La ciudad de Marbella en los años sesenta era como aquella aldea al sur de Francia donde vivían los irreductibles galos Asterix y Obelix: una burbuja de resistencia. Sus habitantes no bebían pociones mágicas que le dieran superfuerza para poner a raya a los romanos (en este caso a las autoridades franquistas). Lo que hacían era montar fiestas que atraían a la alta aristocracia y a personalidades internacionales como estrellas de Hollywood o influyentes mandatarios en una época en la que el resto de España vivía sometido a una dictadura.

Una de esas fiestas se realizaba en un club llamado Dragón Rojo. Cada año, Paco Guerrero, su propietario, celebraba allí un concurso de belleza que era una especie de talent show para hombres que gustaban vestirse de mujer. Esto fue así hasta que este evento tuvo que pasar a la clandestinidad. La historia casi cae en el olvido hasta que la rescata el periodista jienense Miguel Ángel Parra y la convierte en la novela ‘Miss Dragón’ (Ed. Siete Islas) con la que obtiene el Premio Literatura Diversa 2023. Este miércoles se presenta en la Asociación de la Prensa de Sevilla a las 19:30 horas.

Su peregrinaje comienza mientras graba un documental sobre Marbella. En el transcurso de su investigación, algunos vecinos octogenarios le contaron algunas de sus historias de juventud y muchos coincidieron en un nombre: el Dragón Rojo. Se trataba de un bar donde se reunían todo tipo de personajes, desde la alta sociedad venida de fuera hasta habitantes de las localidades vecinas. Era un espacio seguro donde reinaba la libertad y servía de iniciación para aquellos que querían explorar su identidad sexual.

Todos los años, el Dragón Rojo celebraba un concurso. Quien lo ganara se hacía con el título más cotizado de la comarca: el de Miss Dragón. Para alzarse con el galardón, las travestis tenían que participar en una especie de talent show donde mostraban sus habilidades. “Esa gente era pionera en su época”, explica Parra en una conversación telefónica con Sevilla Actualidad. Y así era, ya que la ley de vagos y maleantes de entonces castigaba duramente cualquier conducta homosexual. 

“Se jugaban la libertad y la vida, pero contaban con el cariño del pueblo. Había señoras de la alta sociedad que les ayudaban prestando sus ropas”, asegura el periodista. En Marbella hay un microclima meteorológico, y en esa época también había un microclima afectivo. “El hecho de que viniera gente de toda Europa a la costa del sol, además de la aristocracia y gente de Hollywood, hizo que los vecinos se hicieran modernos a marchas forzadas”, afirma Parra. De hecho, en Marbella se vivían situaciones impensables en otras partes de España, como ir a misa en tirantas. 

En el Dragón Rojo se jugaban la libertad y la vida, pero contaban con el cariño del pueblo. Había señoras de la alta sociedad que les ayudaban prestando sus ropas»

Desde 1965 hasta 1973 se celebró el concurso. Aunque no siempre tuvo como sede el Dragón Rojo. Después del tercer año tuvieron que pasar a la clandestinidad por miedo a las represalias. Los organizadores informaban pocos días antes del lugar y hora. Todo se hacía de la forma más hermética y segura.

Ese último año hubo una redada y con ella terminó la historia. Han pasado 50 años desde entonces y muchos de sus protagonistas aún siguen vivos. “La Tanke y la Toñi (dos travestis que forman parte de la novela), por ejemplo y Remedios Nieto, de la alta sociedad marbellí, era jurado junto a su marido en el certamen”, relata el autor.

La Tanque y la Toñi siguen vivas y Remedios Nieto, de la alta sociedad marbellí, era jurado junto a su marido en el certamen.

Con los extranjeros no había ningún problema, además, venían atraídos por esta vida fiestera propia de las costas andaluzas en verano. El choque mental era con la gente del interior de España. Los madrileños, por su parte, eran más abiertos, iban al sur motivados por ese ambiente. “La explosión del turismo construyó una sociedad abierta llena de fiestas en las que participaban Audrey Hepburn o Ava Gardner. El dueño del Dragón Rojo conocía a todas estas celebridades.

La Iglesia también estaba de su lado. El cura de Marbella, Don Rodrigo Bocanegra, se dedicaba a “conseguir cosas para el pueblo”. El párroco gozaba de una posición privilegiada, ya que era el confesor de la mujer de Franco. “Estaba en todos los saraos. Gracias a su influencia consiguió una fábrica de esparto para las mujeres”, explica Parra. También hizo las veces de mediador entre las jóvenes parejas del pueblo: “Cuando un chaval le ponía los cuernos a su novia con una ‘guiri’, él hablaba con la chica para que le perdonara. Les decía que era una cosa pasajera y que tenían que solucionar el problema”. 

El cura de Marbella estaba en todos los saraos. Era un conseguidor para la gente del pueblo e intercedió en la liberación de los concursantes después de hacer la redada

Su influencia era tal, que intercedió el día de la redada con el Gobernador para que soltara a los detenidos. Aquel día, en el calabozo se encontraban muchas personas que trabajaban como personal de la alta sociedad, como el mayordomo de la condesa o el cocinero del notario. Estas personas eran consideradas no sólo empleados, sino que tenían un vínculo más familiar. Los aristócratas empezaron a hacer llamadas para que liberaran a sus amigos. Entre ellos y la presión del cura lograron su objetivo

Los vecinos del pueblo también hicieron su parte. “Se fueron a la puerta del calabozo y les dieron manta, cafés y trajes. Los presos estaban desmaquillados, con los tacones y trajes rotos”, explica el periodista jienense. Nunca se supo quien fue la persona que dio el aviso a la Guardia Civil, eso quedará en la mitología del pueblo. Se piensa que pudo influir que se publicaran los nombres de los ganadores cada edición: “Una cosa es que se hiciera en la clandestinidad y otra que se le diera publicidad”, afirma Parra. 

Este relato ha ido pasando de padres a hijos en Marbella. Primero como un secreto, y luego como una anécdota que llena de orgullo a quienes participaron por vivir la tolerancia en una época en la que lo normal era pisotear los derechos y las libertades. “Esta historia se ha contado toda la vida en  mi casa”, recuerda la sobrina del cura. El periodista se alegra de la oportunidad, ya que si hubiesen pasado algunos años se hubiese perdido poder escuchar la voz de sus protagonistas. “Los mayores están encantados de que se haya recuperado”, concluye. 

Tengo más de 20 años de experiencia en medios de comunicación y 16 de ellos los he vivido en Madrid donde, además de comer bocadillos de calamares, he formado parte de las principales redacciones de...