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El cuadro reducido a palmas y guitarra deslució el recital de Marina Heredia. En el cartel predominaron los artistas locales.

La Caracolá de este 2013 resulta claramente desfavorecida si se la compara con su edición anterior. Las inevitables estrecheces económicas y los requisitos de una fórmula de espectáculo cada vez más inefectiva, configuran un festival con mayoritaria presencia de artistas locales, en el que el supuesto estrellato de Marina Heredia no se produjo.

Un festival excesivamente largo, redundante, que no deja espacio para la diferencia. El espectáculo ‘De Lebrija Vengo’ abrió la noche con el consabido muestrario de las formas locales, que ejecutaron los viejos de las familias gitanas que sustentan el arte doméstico en esta reserva flamenca. Sorprendentemente, Marina Heredia actuó en segundo lugar con un cuadro reducido a palmas y guitarra, un formato que imposibilitó la espectacularidad de sus apariciones en teatros.

Por debajo de su nivel, algo cascada, Marina presentó algunos temas de su nuevo disco, mostrando una cada vez más abierta preferencia por Camarón de la Isla. A pesar de su innegable calidad, Marina no encendió al público, que agotaba su gran baza aún con medio cartel por delante.

A continuación, dos jóvenes cantaoras locales; Fernanda Carrasco primero, y Anabel Valencia después, se solaparon con un repertorio casi idéntico, inclusive en la elección de las letras. Su identificación con la tradición local acabó por convertirlas en dos propuestas monocolor, previsibles.

Sin embargo, Anabel Valencia atesora una serie de cualidades que la distancian de su paisana. Principalmente una mejor afinación, un carisma mejor conducido y una gama más amplia de matices. Bien es cierto que Fernanda se vio muy perjudicada por los problemas de sonido, que en general fue malo. Pero innegablemente, Anabel fue la única que levantó a la gente de su asiento en toda la noche.

Finalmente, el escueto recital de Manuela Carrasco, una diosa del baile que sabe de sobra que el baile no se ve favorecido en el formato del festival veraniego, más aún si la actuación se produce al filo de las cuatro de la madrugada.

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