llamador-capataz-paso-semana-santa-fermin-r-f-flickr

Así debería poner en unas nuevas señales de tráfico que avisaran a los cofrades en Cuaresma que hay un capataz cerca.

Alertarles del peligro de la inminente llegada de un hombre que comanda a una cuadrilla de costaleros, con un éxito bastante dudoso. Y es que esta Semana Santa 2016 nos ha dejado muchos titulares en lo que a martillos y cuadrillas de costaleros se refiere, más allá de los archiconocidos porrazos del Señor del Gran Poder con un pivote y el misterio de las Cinco Llagas en la entrada a la Catedral y de la ‘pedida de matrimonio de Antonio Santiago a su novia en una levantá del palio de la Virgen de la Aurora’.

No es de extrañar que estos incidentes estén teniendo tanta repercusión. «Porrazos se han dado siempre», dirán algunos sin equivocarse, pero en aquellos años no contaban con los avances tecnológicos de hoy en día ni se daba tanto por hecho el perfeccionamiento de las cuadrillas de costaleros que hoy en día se supone que existe. Perfeccionamiento también el que se le supone a los equipos de capataces que cuidan, o han de cuidar, para que no se produzcan dichos choques.

El andar de los pasos se ha convertido en una coreografía perfecta y milimétricamente medida que no deja lugar al error y cuando lo hay, se sucede una lluvia de críticas en forma de tweets y vídeos. No es cuestión de exculpar al culpable, tampoco de crucificarlo, pues el daño está hecho, o lo que es lo mismo: El porrazo ya está dado.

La mitificación de ciertos nombres de capataces influye. Se habla de los V, los S, los A, los R y los G, y así sucesivamente hasta completar el abecedario, como si de dioses del martillo se trataran sin querer ver sus errores pero sí sus aciertos.

Atrás quedan aquellas décadas en la que los capataces se veían con serios problemas por estampidas de costaleros al llegar a la Catedral y ahora el mayor problema se centra en si el costal es blanco o azul o si ha pagado la papeleta de sitio.

No es cuestión de hablar de la pérdida de la esencia del mundo costaleril pero sí de hablar de una sucesiva evolución de lo que antes era un trabajo remunerado a lo que ahora es una afición y/o un privilegio para muchos que no está a la altura de cualquiera puesto que las listas de aspirantes se asemejan cada vez más a las colas del INEM.

En resumidas cuentas, hemos vivido una nueva Semana Santa con muchas anécdotas en el inagotable mundo de los martillos. La del Domingo de Ramos fue una jornada en la que los costaleros tuvieron que hacer un sobreesfuerzo considerable. Prueba de ello son las cuadrillas de la Paz que, más allá de la polémica de si todos los costaleros han pagado su parte del regalo para la Virgen, hicieron un sobreesfuerzo titánico al llevar sus pasos a la Catedral dentro del horario establecido pese al retraso con el que salió la cofradía ante la amenaza de lluvia.

Digno de elogiar y reconocer. Esfuerzo también con los costaleros del Cerro, tanto a la ida como a la vuelta sin música. Andando con elegancia y sin perder los nervios pese al negro cielo que les amenzaba desde la Avenida Ramón y Cajal. El Martes Santo también tuvieron que apretar los dientes en San Esteban y San Benito donde la lluvia les sorprendió en plena calle y de qué manera.

No es cuestión de hacer rankings con el mejor o peor andar de los pasos en Sevilla. No caigamos en ese error pues no se trata de puntuar sino de matizar, entra otras cosas, que el andar de los crucificados en Sevilla sigue dejando que desear por norma general y que hay una serie de pasos, tales como la Virgen de Guadalupe, palio del Baratillo, la Soledad de San Buenaventura, los dos pasos de la Carretería y el paso de palio de Las Penas que son, sin duda, de los mejores pasos que han andando este año.

Ahora queda por delante un año de reflexión y de… ¿cambios en los martillos?

¡Cuidado: capataz! Que te graban…