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El Cristo de Pasión es para muchos todo un monumento a la mansedumbre del hombre. Su rostro, sus pies y sus manos vienen siendo desde hace lustros fuente inagotable de inspiración para los numerosos fotógrafos cofrades que recorren esquinas e interiores de templos en busca de la foto de sus vidas.

Hemos querido hablar con algunos para que nos cuenten qué les representa la talla de Montañés que este 2015 cumple cuatro siglos con Sevilla.

Fran Silva es uno de esos fotógrafos que anualmente comparte la Semana Santa que divisa tras el objetivo de su cámara a través de las redes sociales. Desde hace tres es el capiller del Cristo y nadie mejor que él puede explicarnos lo que se vive teniendo a diario tan cerca a Jesús de la Pasión: “En su capilla se viven muchos momentos emocionantes. Personas que llegan con las lágrimas saltadas, gente con cara de asombro y alegría al descubrir su capilla, todo ello sin pasar por alto los momentos que se viven estando a solas con Él”. De las vivencias de la corporación durante la cuaresma destaca dos momentos: la subida al paso del Señor en la noche del Lunes Santo y la salida camino de la Estación de Penitencia en la tarde del Jueves Santo.

“La subida al paso es uno de los momentos más estremecedores y solemnes que pueden vivirse en la hermandad, no solo por la misa que celebra el señor Arzobispo, sino por los silencios que se producen aun estando la iglesia a rebosar”. “La procesión claustral dentro del Salvador con todos los participantes vistiendo la túnica nazarena es una de las joyas de la Sevilla oculta que sólo los hermanos podemos disfrutar”, prosigue. “Llegado el momento de salir del templo, la iglesia enmudece y solo se oye el sonido del órgano y el crepitar de la llama de los cirios”.

Durante estos años, Fran ha tenido la oportunidad de sacarle a la efigie todo el partido fotográfico posible. Los juegos de luz del templo sumados a la calidad de la portentosa figura son capaces de crear auténtica magia convertida en retrato.

Santi León es un fotógrafo trianero que hace dos años arrancaba con un proyecto fotográfico visible para todos en su web www.fotoproyectosevilla.blogspot.com.es. Su unión sentimental con Jesús de la Pasión es ardua y común a la de toda Sevilla: “De día o de noche, con luz natural o artificial, nunca pierde ese tono. Definitivamente la luz lo adora. Es el gran secreto de Martínez Montañés”, nos desvela.

La grandeza de la imagen es lo más destaca Juan Alberto Acevedo, quien lleva ya 37 años dedicados a la fotografía pasando de aquella Fuji con la que arrancó sus andanza analógica a su actual equipo digital. El fotógrafo que cumplirá en mayo una década al servicio de la reconocida web cofrade Arte Sacro, destaca que “los planos que más me gustan son los tomados desde abajo”. “De este modo es como mejor se aprecia su rostro”, señala. “Me gusta fotografiarlo en sus besapies, está más cercano y se aprecian mejor todos sus detalles”.

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Antonio Sánchez es otro de los veteranos en esto de la fotografía cofrade. Desde 1998 ha colaborado con publicaciones de prensa y algunos libros elaborados para la temática semanasantera. “No suelen existir muchas iglesias abiertas por las mañanas los días laborables y ahí sabes que tienes un Cristo al que rezarle”, dice Antonio, al que hasta el pasado 2014 se le resistía fotografiarlo en la calle: “Prefiero su camarín, es el momento ideal para recrearse en su belleza, sobre su paso suele procesionar demasiado deprisa”, argumenta otro de los fotógrafos que han sabido adaptarse perfectamente en ese brusco cambio del carrete a la tarjeta.

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Veinte años también avalan la trayectoria de José Manuel Silva. Desde hace 14 es el fotógrafo oficial de la Hermandad de San Esteban, amén de haber colaborado con muchas otras durante su periplo profesional. Durante la previa al Vía Crucis de la Fe de 2013 pudo fotografiarle con una túnica bordada que casualmente será la misma que lucirá durante su salida procesional de la próxima Semana Santa.

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“Jesús de la Pasión es el mejor nazareno de Sevilla, el que mejor refleja el sufrimiento de cargar la cruz por la posición del hombro que la soporta”. Prosigue contándonos que “en cuanto a fotogenia, el Cristo itinerante posee unos rasgos muy duros, piel curtida por el sol y una vida intensa que el escultor supo combinar como nadie con la dulzura de la resignación”. Una de las cosas que más desea sería fotografiarle con su propia iluminación, algo de lo que aún no ha tenido oportunidad.

La fascinación fotográfica por la imagen parece incrementarse con los años, garantizando para un futuro lejano un arrollador legado de estampas del reo que cada Jueves Santo sale del Salvador camino del monte Calvario minutos antes de que el sol comience a recostarse ligeramente sobre el Aljarafe.