Las pinceladas empiezan a no pintar mucho, como si se dieran sin pintura, como si no tuviera pincel, como si la lluvia se ensañara con nosotros esta semana.
Las estadísticas son fatales, y hasta el centenario record de la Esperanza de Triana, fue rebasado anoche. Nos quedamos sin Esperanza tras el Arco o cruzando el Puente.
No se estrenaron las hermanas del Silencio, al igual que no pudieron hacerlo las de la Quinta Angustia por la tarde; un motivo más para lamentar este tiempo cruel.
No hubo Gran Poder, ni Calvario, ni Angustias gitanas por las calles.
Yo que salí corriendo de mi casa aquél dos mil cuatro cuando La Madrugá no se quedó absolutamente despoblada, tenía la ilusión de que algo cambiara anoche, un golpe de viento, una salida repentina que me hiciera pensar que no sería esa noche vacía y lluviosa que acabó siendo.
Y yo me pregunto ¿qué pasará con Miguel Loreto? Sabido es la de años que lleva diciendo que se retira; ahora parece cierto que lo hace, pero al no haber podido realizar su último “paseo” mandando al paso, no sé si pedirá un año de gracia…
Y parece que la señora que metió el coche en plena Campana parece que es lo más destacable que se ha visto por La Campana en estos días.
Las declaraciones de nazarenos y músicos por la radio llenaron las horas de espera, espera y recuerdos de otros años, otros tiempos, otras noches frías sin lluvia.
Y recordando, me vino a la mente el vídeo que aquí figura. El vídeo que hizo mi hermano aquél año en que vivimos la Madrugá más larga de nuestras vidas. Un Jueves sin fin que terminó en una noche plena que amaneció en el compás de Monte-Sión donde la Macarena fue a, según dicen los lugareños, “pedir permiso a la Reina de la calle Feria para pasar por sus dominios”. Todo muy figurado claro, y al pensar en aquél día recuerdo el cansancio extremo que sentí bien entrada la mañana viendo al palio de la Esperanza encarar la puerta de la pequeña capilla de Feria 29; y entonces recordé la emoción, el ambiente, la euforia y me dio por pensar que cambiaría todo el descanso que sentí esta mañana al despertar, por volver a sentir la pesadez física de aquella mañana en que una noche como esta pasó lo que tenía que pasar, y no lo de anoche.