Todos los días, desde hace ya dos años, sobre las 10:00 horas, Miguel Astasio acude frente al Molino de San Juan, en el parque de Oromana (Alcalá de Guadaíra), con sus dos loros, Dana y Siro. En el camino de albero, se cruza con deportistas, padres que pasean con sus hijos, fotógrafos empeñados en captar la naturaleza salvaje del entorno y curiosos que vienen porque saben que él estará allí.

Su historia tiene varias capas. La primera, la más superficial, es la de un hombre al que le encantan los animales y le gusta socializar. La más profunda, esa que no se ve, la de una persona que lleva varios años alejado del mundo laboral por culpa de una depresión. Los primeros años los pasaba encerrado en casa, en un retiro autoimpuesto, sin ganas de levantarse de la cama. Dana y Siro le devolvieron parte de la felicidad, y un motivo para salir al exterior.

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Tengo más de 20 años de experiencia en medios de comunicación y 16 de ellos los he vivido en Madrid donde, además de comer bocadillos de calamares, he formado parte de las principales redacciones de...