(Continuación) Le dejaba con el revolucionario avance español que transformó la exploración y el uso de los océanos, a la vez que abría nuevos caminos a los submarinos modernos, y del que le aporto algo más de información. Disculpe la deformación profesional.

Más cultureta científica sobre el Ictíneo II

En lo que respecta a la generación del vapor para la propulsión de la nave éste se conseguía mediante dos procesos diferentes: uno ya conocido que se realizaba mientras navegaba en superficie y otro más revolucionario, inventado por Monturiol, durante la inmersión. El primero mediante la combustión de carbón de coque, un conocido combustible sólido, poroso, de alto poder calorífico y limpia combustión, compuesto en un 90-95 % de carbono, C, y que se obtenía mediante la coquización, proceso consistente en calentar carbón mineral (hulla) en ausencia de aire.

En el segundo se hacía reaccionar una mezcla de zinc, Zn, dióxido de manganeso, MnO2, y clorato de potasio, KClO3, una reacción exotérmica que producía vapor de agua, H2O (g), que no solo activaba el motor proporcionando el impulso mecánico a la nave, sino que suministraba el imprescindible oxígeno, O2, para la supervivencia aeróbica de la tripulación durante la singladura submarina

La tercera novedad del Ictíneo II fue su sistema de respiración. Un ventilador aspiraba aire del interior de la nave, y a través de una conducción lo transportaba al recipiente de purificación donde se regeneraba y era expulsado de nuevo hacia los tripulantes.

Gracias a la descomposición del clorato de potasio, utilizado en la máquina de vapor, se producía nuevo oxígeno en el interior de la nave, mientras que una solución alcalina del purificador absorbía el dióxido de carbono, CO2,resultado de la respiración para precipitarlo en forma de carbonato de calcio, CaCO3.

Así, el aire, con nuevo oxígeno y sin dióxido de carbono, era devuelto gracias al ventilador al espacio interior de la nave.

Regreso a las juveniles inquietudes

A partir de 1868, un ya casi cincuentón y arruinado Monturiol retoma antiguas actividadesy así,en 1869, publica La submisión de las mujeres un alegato proto feminista sobre la defensa de la igualdad de derechos de las mujeres, a la vez que sigue escribiendo memorias –hasta nueve– sobre el submarino y trabajando sobre otros ocurrentes inventos.

No, los reveses profesionales y las penurias económicas no afectaron de manera irreversible a su carácter idealista y emprendedor. Por cierto, su máquina de hacer cigarrillos de 1853 que perfeccionó posteriormente fue adquirida por la administración si bien, en 1872, fue destruida por las propias trabajadoras y aunque indemnizado con 16 949 pts tardó dos años en cobrarlas.

Cuando se proclamó la Primera República en 1873 fue elegido diputado por Manresa a las Cortes Constituyentes y sus amigos tuvieron que recabar fondos para costear su viaje y estancia en Madrid, tal era su situación vital. Aquel mismo año fue nombrado director de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, cargo que ejerció durante los meses que duró el régimen republicano, un status que aprovechó para poner en práctica un sistema de su invención para incrementar la velocidad de producción de papel engomado.

De vuelta a Barcelona

Con la caída de la República en 1874, Monturiol perdía el cargo volviendo a Barcelona, donde siguió publicando periódicos y trabajando sobre proyectos como: traer a la ciudad las aguas del río Ter (1881) o perfeccionar un sistema de conservación de alimentos, carnes, (1882). Invenciones a las que añadir las de la fabricación de: jabón en frío; suelas de zapatos sintéticas; cola líquida para madera; camisas para cilindros de motor; betún para zapatos; un receptor giratorio de vapor; el proyecto de un tranvía funicular para Tarragona o el ya citado velógrafo.

También trabajó como empleado del que sería Banco de Mataró, a la vez que colaboraba en diferentes obras de divulgación (Del magnetismo terrestre, Estudio de las corrientes marinas, Descubrimiento del Polo, La gravitación universal) o redactaba un boletín quincenal informativo, Anunciador Financiero.

El 10 de septiembre de 1885, el diario ‘La Vanguardia’ anunciaba su muerte acaecida el día 6 en casa de su hija Anna, donde se había refugiado ya enfermo los últimos meses, en la pobreza más absoluta y el mayor de los anonimatos. Así moría un hombre que dedicó su vida a la ciencia, uno de los pioneros de la navegación submarina mundial y, ya lo ve, un miembro más del “mito del inventor incomprendido”.