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En pleno casco histórico de Sevilla, entre la calle San Luis y la calle Relator, se esconde uno de esos lugares que pasan desapercibidos incluso para muchos sevillanos: el Pasaje de Valvanera. Un espacio discreto, silencioso y profundamente representativo de la historia urbana y social de la ciudad, que hoy se reivindica como una joya poco conocida del patrimonio sevillano.
Lejos de ser un simple atajo peatonal, el Pasaje de Valvanera es el resultado de un proceso histórico ligado a la evolución de los corrales de vecinos, una de las tipologías residenciales más características de Sevilla entre los siglos XIX y XX. Su trazado interior responde a la necesidad de aprovechar el interior de la manzana urbana, creando espacios comunes que combinaban vivienda, convivencia y tránsito.
De bodega a pasaje urbano
El origen del pasaje se remonta a finales del siglo XIX, cuando una antigua bodega situada en la calle San Luis fue transformada en corral de vecinos en 1889. A partir de ahí, el conjunto fue evolucionando hasta adquirir su forma actual en las primeras décadas del siglo XX. En 1930, el espacio quedó oficialmente registrado como Pasaje de Valvanera, nombre tomado de la advocación mariana de Nuestra Señora de Valvanera.
El desarrollo arquitectónico definitivo llegó gracias a varias intervenciones clave, entre ellas las impulsadas por Manuel Martínez Más y Ramón Balbuena y Huertas, que consolidaron un pasaje interior que permitía atravesar la manzana y conectar dos calles fundamentales del casco norte sevillano.
Un ejemplo singular de arquitectura residencial
Arquitectónicamente, el Pasaje de Valvanera es un ejemplo excepcional de vivienda colectiva sevillana, organizada en torno a patios y galerías interiores. Su valor no reside en la monumentalidad, sino en su escala humana, en la forma en la que el espacio está pensado para ser vivido, compartido y transitado.
No es casual que el arquitecto y teórico italiano Aldo Rossi se refiriera a este lugar como uno de los “monumentos de Sevilla”, destacando su capacidad para trascender la mera función urbana y convertirse en un espacio cargado de significado social y arquitectónico.
Un tesoro discreto del casco norte
Hoy, el Pasaje de Valvanera sigue siendo un lugar habitado, lo que refuerza su carácter auténtico. No es un espacio musealizado ni turístico, sino un fragmento vivo de la ciudad, donde el pasado y el presente conviven sin artificios. Su cercanía a enclaves patrimoniales como la iglesia de Santa Marina o San Luis de los Franceses lo sitúa, además, en un entorno de enorme riqueza histórica y cultural.
Para quienes buscan una Sevilla diferente, alejada de los itinerarios más transitados, el Pasaje de Valvanera ofrece una experiencia única: la de descubrir cómo la ciudad se construyó desde dentro, desde lo cotidiano, desde la vida compartida.
Por qué merece ser conocido y protegido
En un contexto de creciente interés por la regeneración urbana, la movilidad peatonal y la protección del patrimonio inmaterial, el Pasaje de Valvanera se presenta como un ejemplo claro de urbanismo sostenible avant la lettre. Un espacio que demuestra que la identidad de Sevilla no solo está en sus grandes monumentos, sino también en estos rincones silenciosos que explican cómo se ha vivido y se sigue viviendo la ciudad.
