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No hace falta salir de Sevilla para encontrar un lugar donde el ruido se apague y la historia respire entre árboles centenarios. Basta con cruzar la avenida de la Buhaira para descubrir uno de los jardines más sorprendentes de la ciudad: un espacio donde el legado andalusí se mezcla con la vida cotidiana y el aire se impregna de calma.
Los Jardines de la Buhaira no son solo un parque urbano. Son los vestigios vivos de una antigua finca palaciega almohade del siglo XII, levantada por el califa Abu Yaqub Yusuf como residencia de recreo, rodeada entonces de huertos, acequias y una gran alberca que aún puede contemplarse. Hoy, ese pasado sigue latiendo entre fuentes, glorietas y senderos que invitan a perderse sin prisa.
Quienes los visitan coinciden en que es uno de los rincones más agradables de Sevilla. «Un lugar idílico para desconectar del día a día», escribe una visitante en Google. Otro usuario lo describe como «un jardín histórico precioso, muy bien cuidado, con árboles que dan mucha sombra y zonas infantiles perfectas para los niños».
El parque ocupa más de 30.000 metros cuadrados entre los barrios de Nervión y San Bernardo, y combina vegetación exuberante, espacios abiertos y elementos arquitectónicos que recuerdan su origen palaciego. El antiguo edificio principal funciona hoy como centro cívico, y su entorno se ha convertido en punto de encuentro para familias, deportistas y curiosos que buscan un respiro entre jornadas de trabajo o turismo.
«Pasear entre sus palmeras y fuentes es un oasis de tranquilidad en mitad de la ciudad», asegura otro visitante. No le falta razón: las pérgolas, bancos y glorietas invitan a leer, charlar o simplemente dejar pasar el tiempo, mientras el sonido del agua pone la banda sonora.
Además de su belleza, los Jardines de la Buhaira destacan por su limpieza, accesibilidad y ambiente familiar, según coinciden la mayoría de las reseñas. Muchos sevillanos los consideran una joya discreta, un «rincón muy recomendable para visitar a cualquier hora del día», donde el patrimonio y la vida vecinal conviven sin artificio.
Y es que, en una ciudad donde la historia se encuentra en cada esquina, la Buhaira ofrece algo distinto: silencio, frescor y una sensación de pausa que no se compra con entrada. Tal vez por eso tantos visitantes terminan su paseo con la misma impresión: la de haber descubierto, en pleno corazón urbano, un pequeño jardín del alma.
