En el laberinto de calles del casco antiguo de Sevilla hay nombres que despiertan la curiosidad de cualquier visitante. Uno de los más llamativos es el de la calle Cabeza del Rey Don Pedro, un rincón con historia cuyo nombre evoca una intrigante leyenda medieval. Esta estrecha vía, situada cerca de la Plaza de la Alfalfa y del antiguo barrio de Santa Cruz, debe su peculiar denominación a un suceso protagonizado por el rey Pedro I de Castilla en el siglo XIV​.

Origen de un nombre singular en el corazón de Sevilla

La calle Cabeza del Rey Don Pedro se encuentra en pleno casco antiguo de Sevilla, en la zona de la antigua judería (el actual barrio de Santa Cruz). Antiguamente era conocida como Cuatro Cantillos (cuatro esquinas) debido al cruce de varias calles en ese punto​. Su nombre actual proviene de una leyenda relacionada con el rey Don Pedro I (1334-1369), apodado por unos «el Cruel» y por otros «el Justiciero».​

Según la tradición, en esta calle tuvo lugar un incidente que llevó a colocar la «cabeza» del monarca en la pared, dando lugar a tan curioso topónimo. La historia ha trascendido generaciones, formando parte del rico folclore sevillano y del callejero lleno de anécdotas de la ciudad​.

Esta vía comienza en la calle Boteros y desemboca en la confluencia de Muñoz y Pabón, Corral del Rey y Almirante Hoyos, muy cerca de la Plaza de la Alfalfa.​ Paseando por allí, es fácil reconocerla por la hornacina en la fachada de la casa número 30, donde se alberga el busto que da nombre a la calle. Pero ¿qué lleva la cabeza de un rey a acabar adornando una calle de Sevilla? Para entenderlo, debemos adentrarnos en la leyenda que nació en estos mismos adoquines hace más de seis siglos.

La leyenda de la Cabeza del rey don Pedro

La leyenda de la Cabeza del Rey Don Pedro es una de las más populares de Sevilla, combinando elementos de historia y fantasía. Los hechos se sitúan a mediados del siglo XIV​, cuando Pedro I gobernaba Castilla (1350-1369). Se cuenta que el rey, famoso por sus rondas nocturnas de incógnito por la ciudad, quiso comprobar la afirmación de su alcalde de que en Sevilla ningún crimen quedaba impune​.

​Don Pedro tenía muchos enemigos entre la nobleza; de hecho, su propio hermano bastardo Enrique de Trastámara conspiraba para arrebatarle el trono, apoyado por la influyente familia Guzmán​. Una noche, el rey salió embozado a recorrer las calles y, en el cruce de los Cuatro Cantillos, se topó con un caballero de la familia Guzmán​.

El encuentro derivó en un duelo a espada. El rey, hábil espadachín, acabó por dar muerte al noble Guzmán, dejando su cuerpo tendido en la calle antes de huir entre las sombras​. Todo ocurrió en la oscuridad de la madrugada, pero hubo una testigo inesperada: una anciana vecina, alertada por el estruendo de la pelea. La mujer se asomó con un candil desde una ventana cercana para ver qué ocurría​

Alcanzó a distinguir a un hombre desplomado en el suelo y a otra silueta escabulléndose cojeando entre la penumbra.​ Con la prisa y los nervios, la anciana dejó caer su candil, que fue encontrado junto al cadáver al amanecer​. Al día siguiente, Sevilla entera amaneció conmocionada por la noticia: un miembro de los Guzmanes había sido asesinado en aquel cruce de calles durante la noche​.

El propio rey Pedro, públicamente indignado, quiso dar ejemplo de justicia. Ante el padre de la víctima (el conde Guzmán, según el relato) juró que encontraría al culpable y colgaría su cabeza en el sitio del crimen para escarmiento público​. Ordenó pregonar por la ciudad una recompensa de cien monedas de oro a quien aportase información sobre el asesino​

La presión era enorme: Sevilla clamaba por justicia, y el monarca debía responder para mantener su autoridad. Lo que don Pedro no imaginaba es que la anciana testigo se presentaría en el Alcázar dispuesta a revelar lo que sabía​

Solicitó hablar con el rey en persona y, cuando estuvo frente a él, afirmó que podía identificar al asesino. Eso sí, pidió total privacidad y un espejo para mostrar su hallazgo. Intrigado, el rey accedió. La mujer entonces colocó el espejo frente a Pedro I y, señalando el reflejo, exclamó: «Ahí tenéis la cara del hombre que mató al Guzmán».​

En ese instante, cuenta la leyenda que el rey se vio descubierto: ¡el asesino al que buscaban era él mismo! Don Pedro quedó atónito, sin entender cómo aquella vecina lo había reconocido (algunas versiones dicen que la anciana lo identificó por el sonido crujiente de sus rodillas al huir, pues el monarca cojeaba levemente)​.

Pese a ser desenmascarado, Pedro I era astuto. Agradeciendo la discreción de la anciana, decidió cumplir su promesa de forma ingeniosa. Ordenó preparar una caja de madera y anunció a la ciudad que allí dentro depositaría la cabeza del culpable, para luego colocarla en una hornacina en la pared del lugar de los hechos​

​Días después, en el cruce de la calle, apareció la mencionada caja bien cerrada, custodiada con rejas de hierro y guardias para que nadie la abriera​. Sevilla entera vio cómo «se cumplía» la justicia del rey: la misteriosa cabeza del asesino estaba ya en su sitio, aunque oculta dentro del cajón. Don Pedro, por su parte, entregó la recompensa prometida al hijo de la anciana (conocido como Juan el Carbonero en algunas versiones) y le conminó a guardar silencio sobre la verdadera identidad del criminal​

Pasaron los años y, finalmente, el destino alcanzó al rey. En 1369, Pedro I fue asesinado por su hermano Enrique de Trastámara durante la guerra civil por el trono. Solo tras la muerte del monarca se atrevió a abrir la caja que llevaba años empotrada en la pared​. Para asombro de todos, dentro no encontraron un cráneo humano sino un busto de piedra con el rostro del rey Don Pedro.​

De esta forma, el astuto Pedro había cumplido literalmente su juramento: su propia cabeza (esculpida en piedra) era la que colgaba en la calle, reconociendo simbólicamente su culpa. Desde entonces, aquel ensanche de los Cuatro Cantillos empezó a llamarse calle Cabeza del Rey Don Pedro, perpetuando la memoria de la leyenda​. Asimismo, la estrecha vía desde cuya ventana la anciana alzó el candil tomó el nombre de calle Candilejo, en honor al pequeño candil que desveló el misterio​

Vestigios reales: el busto del rey y el candil del Candilejo

La leyenda no solo dio nombre a estas dos calles de Sevilla, sino que dejó huellas físicas que aún hoy pueden observarse, convirtiendo la zona en un destino atractivo para los amantes de la historia. En la calle Cabeza del Rey Don Pedro actual, en la fachada del número 30, se encuentra una pequeña hornacina con la efigie del monarca​

Se trata de un busto de piedra (mármol, según algunas fuentes) que representa la cabeza de Pedro I. El que vemos hoy no es el original medieval colocado tras el duelo, sino una obra realizada a inicios del siglo XVII, alrededor de 1620-1630, que sustituyó a versiones anteriores más rudimentarias​. Algunos historiadores incluso datan la escultura actual en 1599, atribuyéndola al escultor Marcos Cabrera​. Sea como fuere, la cabeza de Don Pedro lleva varios siglos presidiendo este rincón, observando en silencio a vecinos y viajeros que pasan bajo su mirada pétrea.

Muy cerca de allí, en la esquina con la adyacente calle Candilejo, los curiosos podrán encontrar otro detalle singular: un pequeño candil de hierro forjado colgado de una ventana en un primer piso​. Este farol reproduce aquel candil de la leyenda, conmemorando cómo la luz temblorosa de una lámpara doméstica sacó a la luz (nunca mejor dicho) la verdad de un crimen real.

Aunque ni la casa ni el candil que se ven actualmente son los originales (la vivienda histórica fue derribada en los años 1930 al ensancharse la calle Candilejo)​, su presencia mantiene viva la memoria de la anciana testigo y añade encanto pintoresco al lugar. Es fácil, con un poco de imaginación, situarse allí de noche y evocar la escena de hace siglos: el chasquido de las espadas, el grito ahogado en la oscuridad, la luz cayendo desde aquella ventana… Son detalles que hacen de esta esquina sevillana un pequeño viaje en el tiempo.

Otro dato interesante es que el busto original de Pedro I, aquel descubierto tras la muerte del rey, se conserva hoy en el apeadero de la Casa de Pilatos, un famoso palacio sevillano situado a pocos metros de la calle​

Esta casa palaciega perteneció a descendientes de los rivales de Pedro I (los duques de Medinaceli, emparentados con los Trastámara), quienes probablemente guardaron la escultura como curiosidad histórica. Actualmente, los visitantes pueden ver esa cabeza original expuesta en el palacio, mientras que una copia permanece en la hornacina de la calle para disfrute de los transeúntes​. De este modo, la leyenda trasciende del relato oral a objetos tangibles que podemos contemplar en pleno siglo XXI.

Curiosidades históricas de la calle y la leyenda

Como ocurre con muchas leyendas, la historia de la calle Cabeza del Rey Don Pedro mezcla hechos reales con elementos fantásticos. Pedro I fue un personaje histórico verdadero, rey de Castilla, que residió temporadas en Sevilla y cuya vida estuvo llena de intrigas, pasiones (como su célebre romance con María de Padilla) y violenta rivalidad con su medio hermano Enrique de Trastámara​.

La lucha fratricida entre ellos culminó con la muerte de Pedro I en 1369, un acontecimiento histórico verídico. Sin embargo, no existen documentos que confirmen el episodio exacto del duelo en la calle Candilejo. Se considera que la leyenda del candil y la cabeza es una tradición popular transmitida a través de los siglos. Ya en el siglo XIX, cronistas locales como José Gestoso recogieron esta historia en sus escritos, y escritores costumbristas la volvieron a contar en versiones noveladas, contribuyendo a fijarla en el imaginario sevillano.

Un aspecto curioso es que muchas variantes de la leyenda mencionan que el muerto era “hijo del Conde de Niebla” (título nobiliario de la familia Guzmán). Esta precisión resulta anacrónica: históricamente, el primer conde de Niebla (Juan Alonso de Guzmán) recibió ese título en 1368, y su primogénito nació en 1391, más de veinte años después de la muerte de Pedro I​

Esto sugiere que el relato, aunque ambientado en la Sevilla medieval, incorpora elementos añadidos posteriormente para dar más dramatismo. No obstante, estas inexactitudes no le restan encanto a la narración, que sigue considerándose verosímil dentro de la tradición oral. Al fin y al cabo, el valor de la leyenda reside en su capacidad de mantener viva la memoria de Pedro I y de la Sevilla del siglo XIV, más que en su precisión cronológica.

También llama la atención la doble reputación de Pedro I reflejada en la leyenda. Para algunos, el rey actuó con crueldad al matar al noble Guzmán y encubrir inicialmente su crimen, lo que encaja con su apodo de «Pedro el Cruel». Para otros, sin embargo, su proceder tuvo cierto sentido retorcido de la justicia poética: terminó exponiendo su propia cabeza y cumpliendo la ley, lo que le ganó el sobrenombre de «Pedro el Justiciero» en versiones más benevolentes.

Esta dualidad forma parte del encanto histórico del personaje y es frecuente en las historias sevillanas que lo involucran. De hecho, la ciudad está llena de leyendas de Sevilla ligadas a Pedro I, desde amores prohibidos (como la historia de María Coronel, la viuda que rechazó al rey) hasta castigos ejemplares, lo que demuestra la huella profunda que este monarca dejó en Sevilla​.