¿Alguna vez has pasado por la Catedral de Sevilla y te has preguntado qué son esas pintadas rojizas de su fachada? Estos antiguos grafitis, conocidos como «vítores», han capturado la atención de generaciones y sus orígenes evocan una historia llena de curiosidades.

El origen de los «vítores» los cuenta a través de un completo hilo de Twitter José Ángel Ríos (@joseangelrios92), conocido usuario de la red social por sus curiosas y detalladas anécdotas sobre la ciudad de Sevilla. Según detalla José Ángel a través de su hilo, la revelación de estas pintadas se produjo gracias al esfuerzo conjunto del Departamento de Construcciones Arquitectónicas de la Universidad de Sevilla y el proceso de limpieza emprendido en la fachada de la Catedral de Sevilla. Estos símbolos misteriosos, que a simple vista parecen una serie de caracteres repetidos – «V», «c», «t», «o» y «r» – tienen raíces profundas y significado perdurable.

La historia de los vítores encuentra sus raíces en un símbolo romano que, con el tiempo, se transformó en un marcador de logros académicos y otros triunfos individuales. El origen remonta a la famosa Batalla del Puente Milvio en el año 312 d.C., donde el emperador Constantino I el Grande emergió victorioso tras un sueño revelador que le mostró las palabras «in hoc signo vinces» – «con este signo vencerás».

Pero, ¿cuál era ese signo en cuestión? El emblemático símbolo en cuestión consistía en una combinación de las letras «X» y «P», que formaban un anagrama de la palabra «Cristo». Con el tiempo, esta representación evolucionaría hacia las letras «V» y «T» – abreviatura de «vítor», que significa «viva». Constantino instruyó a sus legiones que pintaran una cruz y un crismón en sus escudos, y así el vítor comenzó su ascenso en la cultura cristiana primitiva.

Un símbolo asociado a los logros académicos

Muchos años después, el vítor adquirió relevancia entre los estudiantes que se graduaban o completaban sus estudios doctorales. Este símbolo distintivo se arraigó especialmente en las universidades de Sevilla, Salamanca y Alcalá de Henares. Convertido en un distintivo de logro y perseverancia, el vítor era un honor reservado para aquellos pocos que lograban culminar sus estudios académicos.

La técnica de plasmar los vítores en la piedra porosa implicaba la utilización de pigmentos ocres, resinas vegetales y sangre animal. Esta mezcla era aplicada sobre la superficie de la fachada, donde se absorbía y quedaba fijada de manera permanente, asegurando así que la inscripción perdurara en la historia.

La tradición de los vítores resistió hasta el siglo XIX, cuando la Ley Moyano de 1857 revocó la facultad de las universidades para otorgar doctorados, lo que finalmente llevó al declive de esta práctica distintiva.

Sin embargo, el vítor resurgió de las cenizas casi un siglo después. El resurgimiento tuvo lugar durante el Desfile de la Victoria de 1939, al término de la Guerra Civil Española. Aunque durante la dictadura franquista el vítor se utilizó como emblema, su significado original se desvaneció, dejando tras de sí una interpretación más política que académica.

Hoy en día, los vítores persisten como un enigma en la Catedral de Sevilla y en otros lugares emblemáticos, como el Archivo de Indias y el Ayuntamiento. Cada una de estas inscripciones rojizas lleva consigo una historia rica y variada, que conecta los siglos y las épocas, recordándonos que incluso en los símbolos más antiguos y misteriosos, yace un legado que trasciende el tiempo.