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Líbreme el Dios que fuere de discernir entre lo original y lo plano o vacío. No soy quién para decirle, querido lector, qué debe o qué no gustarle.

No vine aquí a hablar de mi libro –acabo de espantar a don Francisco Umbral- pero sí vine a hablarles de algo revolucionario, que es clásico, pues lleva desde siempre con ustedes: originalidad. Y ya de paso les muestro cómo los tópicos culturales no son tópicos, y sí fuente principal de riqueza intelectual. Todo va en una sinergia permanente. Ganar y perder, el cambio y el estatismo, tienen siempre la misma identidad, esto es, belleza y fragor.

Lo sé, en este cuaderno Diego Bermúdez se encargó de echar abajo los tópicos desde un punto de vista económico, puedo entonces yo encargarme de la tarea de hacer de las tradiciones algo honroso, cuando, por muchos, son denostadas bajo el simple y vacío argumento de “limitan nuestra capacidad”. De Bartolomé de las Casas se habla poco, desafortunadamente. Aquel hombre revolucionó la filosofía. Dijo y dejó escrito el fraile que había seis factores que condicionan el grado intelectual humano:

1) La influencia del cielo
2) La disposición de las regiones
3) La compostura y buena disposición de los sentidos exteriores e interiores
4) La clemencia y suavidad de los tiempos
5) La edad de los padres
6) La bondad y sabiduría de los alimentos

Las Casas llega a la brillante conclusión de que la capacidad y buen entendimiento de los hombres están sujetos a las cualidades de los lugares y partes de la región y disposición de la tierra y a los aires que en ella corren. No puede ser esta visión entendida como la suerte de haber nacido en Andalucía, en Sevilla, la suerte de ser cofrade, feriante, amante del campo, la mar… –lo siento, señor Gragera-.

No puede ser concluida esta disertación como suerte, porque entonces nos adentramos en los oscuros rincones del azar, y, por consiguiente, es contraproducente estar orgulloso de ser de un sitio, porque entonces somos orgullosos hijos del azar, y, permítanme les diga, el azar es poco más que la literatura fantástica a la que equiparaba Borges a la teología.
Las condiciones antes descritas –con mayor y menor acierto- nos condicionan en nuestro desarrollo; y, querido lector, déjeme describir la situación personal: para vivir en Asturias, alguien que no sea de allí, necesita psicólogo para aguantar tanto cielo nublado y lluvia, yo, por suerte, me crié entre lo bueno –Asturias- y lo mejor, Andalucía, y aprendí a sobrellevar el mal ánimo que da la lluvia. Despréndanse del mal tópico de “qué graciosos que son estos andaluces”. Disculpen, no soy gracioso, es que tengo mejor humor porque veo el sol, mi región está bien dispuesta, obro con buena fe, soy fiel reflejo de mis progenitores y qué puedo decirle de los alimentos.

Quizás la gran crítica al genio de Bartolomé de las Casas –junto a Juan de Mariana- es el intento de justificar el tiranicidio, esto es, que cualquier restricción de la libertad no podrá llevarse a cabo si no es con el consentimiento del pueblo, cosa que, hoy día y cuando fuere, resulta del todo irracional. La conclusión es que según esos seis postulados, esto, lo que ustedes y yo vivimos no es menos que lo que tenemos y no es motivo de orgullo nacer donde se nace, es fruto de orgullo crecer con base en el reflejo de donde vivimos y de quienes vivimos y aprendemos. Y es aquí donde se entronca con Martha Nussbaum.

Martha Craven Nussbaum fue reconocida con el premio Príncipe de Asturias de Humanidades en 2012, reconociéndose, entre otras, su labor en la elaboración de un concepto de cosmopolitismo y ciudadanía mundial, y esta idea supone considerar el igual valor de todos los seres humanos como una limitación reguladora de nuestras acciones y aspiraciones políticas. Por tanto, habrá que reconocer la humanidad allá donde se encuentre y conceder a la razón y capacidad moral el mayor respeto y lealtad. Si Las Casas determina seis factores, Nussbaum delimita cinco círculos:

1) El yo
2) La familia inmediata
3) La familia extensa
4) El vecindario
5) La humanidad entera

Si Las Casas abre su mano, da la mano a Nussbaum. ¿Por qué? El filósofo dispone seis factores que condicionan nuestro desarrollo y la pensadora neoyorkina describe seis círculos de relación que también condicionan nuestro desarrollo personal e intelectual. Baste decir, además, que una de las banderas del pensamiento Nussbaumiano es la dinámica de no abandonar las circunstancias, porque son nuestra identidad.

Por tanto, es especial el valor que tiene la profunda tradición intelectual andaluza. No es, en definitiva, un señorito andaluz carca y retrógrado aquel que disfrute de sus tradiciones e indague en ellas para seguir aprendiendo, pues como afirma Martha Nussbaum son fuente primera, constante e irrenunciable de conocimiento que el ser humano tiene. El andaluz vive, porque nada de lo humano le es extraño… y la emoción ante la tradición es igual de legítima que la emoción ante el genio de Nielhs Bor. No claudiquemos tan fácilmente ante el tópico de la gracia y el arte. Son ciencia las tradiciones, en Andalucía, en USA, en China o en Djibuti. Seamos pues igual de genios que Bartolomé de Las Casas, somos química fundida y abrazada a la originalidad de una propia identidad que forjaran Infante, Izquierdo y Vázquez en un Ateneo de cuyo nombre siempre quiero acordarme.

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