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A los pies de la Sierra Sur de Sevilla, Estepa se alza como uno de los municipios más reconocibles de la provincia. Su nombre es sinónimo de mantecados, aceite de oliva y una historia que ha dejado huella en cada esquina de su casco antiguo, declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1965.
Cada otoño, el aire del municipio se impregna de canela, almendra y anís. No es casualidad: más de veinte fábricas locales elaboran los famosos mantecados y polvorones de Estepa, productos protegidos por la Indicación Geográfica Protegida (IGP). Durante los meses previos a la Navidad, las líneas de producción trabajan sin descanso, generando miles de empleos y atrayendo a visitantes que acuden a descubrir los secretos de su dulce tradición.
Pero Estepa no solo vive de sus dulces. Su aceite de oliva virgen extra, amparado por la Denominación de Origen Estepa, está considerado uno de los mejores de España. El municipio ha sabido conjugar la innovación industrial con la preservación de sus raíces, situándose como un referente agroalimentario del interior andaluz.
Su patrimonio también es testigo de un pasado de relevancia. El Cerro de San Cristóbal, punto más alto de la localidad, conserva vestigios de su fortaleza medieval, además de templos y conventos como la Iglesia de Santa María la Mayor o el Convento de Santa Clara. Desde sus miradores, el paisaje se abre a los extensos olivares que cubren el horizonte, recordando la estrecha unión entre la tierra y sus gentes.
En los últimos años, Estepa ha potenciado su oferta turística con rutas culturales y gastronómicas, el Museo del Mantecado, el Mercado Navideño y su Belén Viviente, actividades que refuerzan su papel como destino clave del turismo rural sevillano.
Hoy, el municipio combina pasado y presente en un equilibrio singular: industria, cultura y tradición en un mismo enclave. En Estepa, el sabor y la historia se dan la mano cada invierno para mantener vivo uno de los símbolos más dulces de Andalucía.
