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A simple vista, Lebrija parece un municipio de interior más de la provincia de Sevilla. Pero basta rascar un poco para descubrir que este pueblo blanco del Bajo Guadalquivir guarda secretos que lo convierten en un lugar único: fue puerto en tiempos romanos, cuna del primer gramático de la lengua castellana y uno de los rincones donde el flamenco suena con más verdad.
Donde el río era mar
Hoy el mar queda lejos, pero hubo un tiempo en que Lebrija tenía orilla y puerto. Hace siglos, cuando las marismas del Guadalquivir eran navegables, los barcos llegaban hasta aquí cargados de sal, trigo o vino. De aquel pasado marino quedan los topónimos, la estructura de sus calles más antiguas y una memoria colectiva que aún habla de “la marisma” como si fuera un personaje más del pueblo.
Cuna de Nebrija, el sabio de la lengua
Lebrija es también sinónimo de sabiduría. En una de sus casas nació Elio Antonio de Nebrija, el autor de la primera gramática castellana, publicada en 1492. Su figura sigue muy presente: una estatua lo observa desde el centro del municipio y su legado impregna el carácter lebrijano, que combina orgullo cultural y curiosidad por el conocimiento.
Tierra de vino y cante
Pocas localidades pueden presumir de tener su propio vino con sello de calidad: el Vino de Lebrija. Las suaves lomas que rodean el municipio esconden viñedos que dan origen a caldos que recuerdan a los jereces, con una identidad propia y un sabor profundamente andaluz.
Y si el vino se comparte, el cante se siente. Lebrija es también una de las cunas del flamenco más auténtico, donde apellidos como Peña, Vargas o Fernández han dado voz al compás del sur. Cada verano, la Caracolá Lebrijana convierte el pueblo en un templo del arte jondo, reuniendo a los mejores artistas y a un público que entiende cada quejío.
Las fiestas que huelen a flores y a fuego
La Fiesta de las Cruces de Mayo, declarada de Interés Turístico, inunda las calles de flores, trajes y música. Es una celebración viva, profundamente femenina, donde las mujeres de Lebrija son protagonistas absolutas. En junio, la noche de San Juan enciende el cielo con la tradicional quema de los Júas, muñecos satíricos que ponen humor a la actualidad.
Entre pasado y futuro
Lebrija, con casi 28.000 habitantes, mira al futuro sin renunciar a su historia. Su economía, basada en la agricultura y el vino, se ha abierto al turismo cultural y al desarrollo sostenible de las marismas, ese paisaje que un día la conectó con el mar.
Quizás por eso, quien llega a Lebrija siente que el tiempo aquí fluye distinto. Entre sus calles encaladas, el eco del flamenco, los recuerdos del puerto perdido y el espíritu de Nebrija siguen recordando que hay pueblos que, aunque no tengan costa, guardan mareas en el alma.
