- Este es el municipio más pobre de la provincia de Sevilla, con una renta anual media de 15.193 euros
- El pueblo de Sevilla que hará fluir miles de litros de cerveza durante tres días de fiesta
A medio camino entre la historia de la colonización agrícola y la realidad de un pequeño pueblo que lucha por no quedarse atrás, Los Chapatales es una de esas pedanías sevillanas que pocos saben situar en el mapa. Con apenas 350 habitantes, pertenece al municipio de Los Palacios y Villafranca y comparte con otras aldeas como Maribáñez o El Trobal un origen común: los planes de colonización que transformaron las marismas del Guadalquivir a mediados del siglo XX.
El nombre de Los Chapatales se cuela de vez en cuando en la actualidad, casi siempre ligado a las reivindicaciones vecinales. No es casualidad: muchos de los proyectos que en su día se prometieron para dotar de vida a la pedanía quedaron en el tintero. Los vecinos han denunciado durante años la falta de infraestructuras básicas, desde la piscina que nunca llegó hasta viviendas inacabadas o carencias en el polígono industrial que se planificó para dinamizar la zona.
Pese a todo, Los Chapatales resiste. Su comunidad mantiene viva la identidad de un lugar pequeño, donde todo el mundo se conoce, y que ahora ve cómo algunas demandas históricas empiezan a hacerse realidad. Ejemplo de ello es la construcción de un nuevo consultorio sanitario, que viene a mejorar la atención médica en un núcleo que durante mucho tiempo tuvo que conformarse con instalaciones precarias.
Pero si algo ha situado recientemente a Los Chapatales en el mapa nacional es el éxito de José Antonio Rueda hace unos días se proclamó campeón del mundo de Moto3. El joven, nacido en Los Palacios y residente en la pedanía, ha llevado el nombre de su tierra hasta lo más alto del podio internacional, convirtiéndose en motivo de orgullo para un lugar acostumbrado más a la lucha vecinal que a los titulares deportivos.
Quizá no sea un destino turístico ni aparezca en las guías, pero la historia de Los Chapatales resume la de muchas pedanías andaluzas: pueblos nacidos de proyectos políticos y agrícolas que, décadas después, siguen peleando por las mismas oportunidades que las grandes localidades. Y en ese contraste entre lo que fue soñado y lo que es, está precisamente su singularidad.
