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En plena Sierra Norte de Sevilla, entre los términos de Cazalla de la Sierra y El Real de la Jara, se esconde un rincón poco conocido pero cargado de misterio y belleza: los Bajos de Jádraga. Se trata de un paraje natural atravesado por la garganta del río Viar, un cañón abrupto que ha actuado durante siglos como frontera natural y que aún conserva la esencia más salvaje de la sierra sevillana.
Uno de los aspectos más curiosos de este enclave es que, hasta hace pocas décadas, fue uno de los últimos refugios del lobo en Andalucía. La zona, conocida popularmente como el Manchón de los Lobos, estaba tan aislada y escarpada que resultaba inaccesible para el ser humano, convirtiéndose en un auténtico santuario natural. Hoy, aunque los lobos ya no habitan el lugar, el topónimo sigue recordando ese pasado legendario.
El llamado Mirador Bajo de Jádraga ofrece una de las panorámicas más espectaculares de la Sierra Morena sevillana. Desde allí se puede contemplar la profundidad de la garganta del Viar, las formaciones rocosas que la flanquean y la densa vegetación mediterránea de encinas, alcornoques, acebuches y lentiscos. Es también un punto estratégico para avistar fauna: ciervos, jabalíes o zorros, además de aves rupícolas que encuentran refugio en los cortados de piedra.
Acceder a este enclave no es sencillo, lo que aumenta su atractivo. Desde El Real de la Jara, se llega por la carretera SE-179 en dirección al embalse de El Pintado. A los 2,5 kilómetros hay que tomar un desvío hacia el camino de La Ganchosa, que conduce hasta el mirador tras un breve recorrido.
Los Bajos de Jádraga no son solo un paisaje, son también un lugar cargado de historias y leyendas. Su aislamiento, su vinculación con el lobo ibérico y su riqueza ecológica lo convierten en un espacio casi mítico, perfecto para quienes buscan lugares diferentes, lejos de las rutas más transitadas.
