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En la Sierra Sur de Sevilla, a más de 660 metros de altitud y vigilando el horizonte de tres provincias, se alza una fortaleza casi mágica: el Castillo del Hierro de Pruna. A simple vista parece una atalaya imposible, encaramada sobre un risco, pero quienes se acercan descubren un pedazo de historia nazarí que aún hoy sorprende por su ubicación, su leyenda y hasta por sus nuevas formas de visita.
El castillo fue levantado entre los siglos XIII y XV, en plena “Banda Morisca”, esa franja de territorio que servía de frontera entre el Reino de Sevilla y el Reino Nazarí de Granada. Antes de convertirse en bastión defensivo, sobre el cerro ya hubo un asentamiento túrdulo y un campamento romano, lo que explica por qué este enclave siempre fue considerado un punto estratégico.
Su torre del homenaje rectangular, reforzada por una muralla con puerta en recodo y aljibe, habla de un tiempo en el que controlar estas sierras era clave para la supervivencia. En 1985, el Castillo del Hierro fue declarado Bien de Interés Cultural, convirtiéndose en el único monumento nazarí de su época en toda la provincia de Sevilla.
Para llegar hasta él, el visitante parte de la Fuente del Pilarillo, un manantial natural en la falda del cerro. Desde allí arranca un sendero que asciende entre riscos calizos, cabras montesas y buitres leonados que sobrevuelan la zona. La recompensa son unas vistas de 360 grados que abarcan desde el pueblo blanco de Pruna hasta el Terril, el pico más alto de Sevilla.
Hoy, el Castillo del Hierro no solo es historia: también es adrenalina. A su falda se ha instalado la primera vía ferrata de la provincia de Sevilla, un recorrido de nivel K2 pensado para iniciarse en esta actividad. Equipados con arnés y mosquetones, incluso familias con niños pueden trepar los anclajes de hierro y contemplar la fortaleza desde una perspectiva única.
Atlas Obscura lo define como «una de las últimas fortalezas moriscas» y, aunque no aparece en todas las guías turísticas, quienes lo visitan coinciden en que conserva una atmósfera especial, como si todavía custodiara secretos de la frontera medieval. Para los prunenses, el castillo no es solo una ruina: es su símbolo identitario y una postal que conecta pasado y presente.
El Castillo del Hierro es, en definitiva, un lugar donde la historia se mezcla con la naturaleza y la aventura. Una fortaleza que un día protegió un reino y que hoy protege el encanto de los pueblos blancos de la Sierra Sur sevillana.
