En Herrera, un pequeño municipio de Sevilla, hay un bar que ofrece, muy probablemente, las tapas más baratas de toda la provincia. Su nombre: Bar La Liebre. Su truco: una legión de camareros que recorren la terraza y el salón con bandejas repletas de tapas, para que el cliente no tenga que levantarse de la mesa. Solo hay que estirar la mano, elegir la que más apetezca y esperar al recuento final… como si de una partida de dominó se tratara, pero con platos.
La fórmula es sencilla: todas las tapas cuestan 1,50 €. Y no hablamos de raciones testimoniales, sino de platos generosos que hacen honor a la cocina casera andaluza: callos bien guisados, carne con tomate, ensaladilla, flamenquines, boquerones en vinagre, puntillitas, panceta… El menú cambia a diario, pero siempre hay clásicos que garantizan que nadie se vaya con hambre.
La fama del local ha cruzado las fronteras de la comarca, y en las últimas semanas ha ganado protagonismo gracias al tiktoker @carnesyfuegoss, que decidió poner a prueba el sistema con un reto tan simple como ambicioso: pedir 36 tapas en una sola visita.
El vídeo, grabado en plena celebración de empresa, es un carrusel de sabores y bromas. Entre plato y plato, se escuchan comentarios como «del cochino hasta los andares» o «yo acechando al de la bandeja» mientras pasan las croquetas y los guisos humeantes. Hay incluso espacio para debates gastronómicos improvisados («¿será pollo al limón o pechuga empanada?») y reflexiones culinarias («un poquito más tostada y la panceta estaría perfecta»).
La escena final es tan gráfica como contundente: cuatro filas de nueve platos vacíos sobre la mesa, que suman las 36 tapas devoradas por seis adultos y una niña. La cuenta: 84,50 €, incluyendo bebidas y la sensación de haber comido como en una boda… pero por una fracción del precio.
El Bar La Liebre no es solo un sitio para comer barato. Es una pequeña coreografía social: los camareros van y vienen con bandejas, los clientes levantan la mano como en una subasta culinaria, y las conversaciones giran en torno a lo que acaba de llegar o lo que está por venir. En días especiales, incluso se corta la calle para meter más mesas, y no es raro que la velada se alargue con cante flamenco.
En un tiempo en que las experiencias gastronómicas parecen buscar la sofisticación y el artificio, en Herrera triunfa una idea sencilla y honesta: buena comida, buen precio y buen ambiente. Y si encima sales con la satisfacción de haber batido tu récord personal de tapas, mucho mejor.
