“Cómo no me va a gustar si el futbol es la única manera de tener un himno, un escudo y una bandera sin tener que meterse en política” (Silvio).

Olvidemos por un momento a Mariano, a Susana y a Juan Ignacio y vayamos a lo importante: hablemos de fútbol.

Mi pasión por este deporte es mi gran contradicción: no me duelen los fichajes millonarios, adoro las tertulias amarillistas de las radios locales y, desde que tengo memoria, he tenido el carnet del Sevilla. Qué le voy a hacer.

Para mí, que trato de encontrar siempre una lógica en lo que hago, es confuso sentir la necesidad de ir al fútbol cada dos domingos o un sábado a las 22:00 aun sabiendo que voy a ver un pestiño. Y más raro todavía me resulta seguir a un equipo cuyo presidente no dimitió hasta que lo metieronen la cárcel o verme coreando el nombre de un jugador con quien seguramente no me gustaría tomar ni una cerveza.

No soy del equipo que se trae a los mejores jugadores, ni del que mejor juego hace, ni del que más títulos gana. Ni envidio a ese tipo de club. Reconozco incluso que los tres primeros equipos de España siempre me han provocado rechazoporque no representan el fútbol con el que yo he crecido. Futbolísticamente no me merecen ningún aprecio y no puedo aquí más que recomendar la “anatomía del cateto” del blog de Colussoy Kukleta. En realidad, siento pena por aquellos sevillanos, seguidores del Madrid o Barça, que son incapaces de disfrutar de un Sevilla-Betis y cuyo único entretenimiento es comentar las portadas del Marca o asombrarse por el último peinado de Cristiano Ronaldo, el último vómito de Messi o el último bluf de la cantera del Atlético.

Ser del Sevilla es la única lógica que veo a mi afición por el fútbol: soy del equipo de mi ciudad, de mi familia y de mis amigos. Y, aunque a veces le desee lo peor, respeto al Betis porque también es el equipo de mi ciudad, de mi familia y de mis amigos. Y es que lo extraordinario de un Betis-Sevilla y lo que lo hace diferente a cualquier otro tipo de partidos es precisamente eso: todo queda entre amigos aunque tengamos que odiarnos durante 90 minutos.

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De madre sevillana y padre granadino, nació en Almería en 1991. En 2015 se tuvo que marchar a la Universidad de Groninga para poder estudiar la Sevilla moderna de verdad (la del siglo XVI). Es, además,...