Desde el Viernes de Dolores o incluso antes, todo comenzó; pero yo no quiero hablar de lluvia, ni de estrenos, ni siquiera de lo que está por venir; yo quiero hablar de algo que me ha faltado.

No sé cuando me enteré que su verdadero nombre era Antonio pues desde siempre lo llamaban Mona, o a veces, el Mona grande, para distinguirlo de su hermano, Mona chico. Lo de Mona venía porque había sido monaguillo en San Esteban y se ve que aquella iniciación en la hermandad le imprimió tanto carácter que le dio esa otra identidad.

Él, Juan Carlos, el otro hombre de mi historia, también tenía un hermano, por lo que para distinguir a un Cerquera de otro o se apelaba al nombre de pila o también al grande y al chico, casualmente este era también el mayor.

Juan Carlos y el Mona eran costaleros. No sé si alguna vez se deja de ser costalero, sobre todo si se era como ellos, hermanos costaleros, que no costaleros hermanos. El Mona y Juan Carlos forman parte de una cuadrilla celestial que junto a Carlos Urbano y con capataces como el Lirio o Paco Mundi, hace años que se compone desde La Puerta de Carmona. A veces es increíble esa sensación de pensar que ya no están, que gente que parecía eterna, que formaban parte del pequeño barrio arteriado por la calle San Esteban, ya no hacen corrillo en la puerta de la iglesia, no disfrutan de un Martes Santo, no se toman la cerveza en la calle Vidrio…

Y el pasado martes, el martes anterior al Martes Santo, el día preceptivo del costalero donde se les da el pregón, a mí me faltaron ellos; no como asistentes, que también, me faltó que quien pregonaba los nombrara, los recordara. Esto es normal pues dudo que Cerquera y el Mona llegaran nunca a conocer al pregonero, al menos a mí no me consta, pero no sé, hubiera sido un detalle que este se informara, lo informasen…

El Señor de la Ventana llora por los hermanos que se le van, la Virgen de los Desamparados llora por los hijos que suben al Cielo, y el barrio, ese barrio que espera ser marea celeste el Martes Santo sabe que le falta ya demasiada gente. Y aunque no los recuerden desde el atril, no ocupen prosa o verso del pregón que para gente como ellos se creó, hay quienes los recordamos, e incluso al hacerlo derramamos alguna lágrima como la que ahora se ha deslizado entre las teclas; y quiero pensar que ese recuerdo constante, frecuente, anónimo, es el pregón que faltó, el pregón para esa cuadrilla que debe estar igualando en el Cielo.

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Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...