mercedes-serrato-7-noviembre-2016

El agradable ennui de los días de lluvia es la excusa para poder vaguear por encima de tus posibilidades. El encadenamiento al sofá y la mantita hace que acabes viendo cualquier cosa en la tele donde no se grite mucho.

En esta cadencia tan exigente para con la intelectualidad, terminas por zamparte los dos episodios de un documental sobre la vida en la Casa Blanca. Un panfleto de barras y estrellas donde se repiten con frecuencia términos como «líder del mundo libre», «responsabilidad con la historia», «Primera Familia de USA» y un montón de cosas más que a mí me dan risa y que en aquél país se toman muy, pero que muy en serio.

Lo de la Primera Dama es impagable, literalmente, pues arrastran el debate de si debiera ser un cargo pagado. Hay personas, primeras damas incluidas, que consideran que no debe ser así, pues una retribución económica obligaría a establecer un marco formal de atribuciones. Puedo imaginarlo, un contrato kilométrico con compromisos tales como: Tomar el té con las consortes de otros jefes de estado (porque generalmente son consortes femeninas), ser encantadora en las visitas a colegios, hospitales y bibliotecas…

Ni en un país tan ñoño como ese se atreverían a tanto.

La realidad y la ficción nos han enseñado grandes y diversos ejemplos de las moradoras de la residencia de la Avenida de Pensilvania.

Frecuentemente, se nos intenta trasmitir la idea de que más allá de elegir vajillas, figurar en recepciones, y en muchos casos, aguantar con estoicismo los cuernos, estas mujeres son más importantes que todo eso.

Son la mano en el hombro del atareado presidente, el enlace con el mundo, la imagen amable de las decisiones bélicas… En definitiva, ese paradigma manido de la gran mujer que debe haber detrás de cualquier gran hombre.

Con retribución o sin ella, es cierto que en ese país, ser Primera Dama es un cargo, debido a su sistema democrático presidencialista. En España en realidad no están obligadas a mucho, y queda un poco a su libre disposición y la del presidente el protagonismo que quieran copar.

Pensando en todo esto, con la Casa Blanca con ambiente de mudanza, yo me pregunto… Si gana Hillary ¿Qué pasará con Bill? ¿qué título van a darle? ¿Primer Caballero? ¿leerá el tradicional Cuento de Navidad? ¿va a continuar con los programas de alimentación saludable de su antecesora? ¿se fotografiará con las primeras damas que tengan a bien visitarles? ¿Remodelará la decoración del ala oeste?

Evidentemente, el sistema presidencial del país de Mickey Mouse, estaba establecido en pilares heteronormativos, como el del resto de países, y no se desarrolló pensando en que la situación no pudiera ser: hombre presidente y esposa complaciente.

Ahora, además de muchas otras cuestiones, está en juego ver como se adapta el modelo tradicional a una realidad nueva, y quien sabe, tal vez Bill disfrute mucho de su nuevo rol en la Casa Blanca.

 

Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...