Inmaculada Concepción de Los Venerables, Bartolomé Esteban Murillo - Museo Nacional del Prado

Diciembre se coloca, con un total de tres festivos nacionales (la Constitución, la Inmaculada y la Navidad), a la cabeza del resto de los meses del año ostentando la mayor concentración de días festivos.

Tras él, con un festivo autonómico y uno nacional, se ubica el mes de enero, el cual, algunos años, se ve acompañado de los meses de marzo o abril, dependiendo de la fecha en que recaigan el Jueves y el Viernes Santo, y mayo, siempre y cuando el Corpus Christi (festivo local), se sume a la Fiesta del Trabajo.

En lo que respecta al resto de meses del año, febrero, agosto, octubre y noviembre tienen tan sólo un día festivo fijo, en su mayoría nacional; mientras que julio y septiembre se erigen como los únicos meses del año sin fiestas. No obstante, a estos dos últimos se les pueden sumar, algunos años, marzo, abril o junio, dependiendo de la ubicación de la Semana Santa.

Constitución Española, 6 de diciembre

El 6 de diciembre se conmemora cada año la fecha en que el pueblo español celebró el referéndum para la ratificación del Proyecto de Constitución. La pregunta que aquel miércoles de 1978 se hizo a los ciudadanos fue muy sencilla: «¿Aprueba el Proyecto de Constitución?»

La participación ciudadana en aquella jornada, según recoge el documento firmado por la Junta Electoral Central, fue de un 67,11% del censo. Dentro de este porcentaje, cabe destacar que un 91,81% votó afirmativamente, es decir, apoyó el proyecto constitucional; mientras que el 8,19% restante lo rechazó.

La Constitución Española, publicada en el Boletín Oficial del Estado el 29 de diciembre de 1978 y actualmente disponible en su web, es la norma suprema del ordenamiento jurídico español y establece los principios fundamentales que rigen (o deberían regir) tanto el orden social, como el político y económico.

Así mismo, el texto contiene las reglas de funcionamiento de la sociedad que se dota de una norma superior, delimita los poderes del Estado, su distribución de competencias entre las distintas administraciones que lo integran y las relaciones entre las mismas.

Por otro lado, según recoge su artículo 2, la Constitución «se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas».

Inmaculada Concepción, 8 de diciembre

El 8 de diciembre, la Iglesia Católica celebra la festividad de la Concepción Inmaculada de la Santísima Virgen María, un dogma que proclamó el papa Pío IX, el cual ostenta el pontificado más largo de la historia, mediante la bula Ineffabilis Deus.

La fecha se debe a un cálculo matemático. Es decir, la Iglesia celebra el nacimiento de la Virgen María el día 8 de septiembre, por lo que para ubicar en el calendario el momento de la concepción sólo hubo que restar nueve meses a este día, llegando así al 8 de diciembre.

Sin embargo, España lleva celebrando la Purísima Concepción desde antiguo. El origen de esta conmemoración lo debemos ubicar en el conocido como Milagro del Empel, acontecido durante la batalla homónima, la noche del 7 al 8 de diciembre de 1585.

Según relata la tradición, aquel día, el Tercio Viejo de Zamora, compuesto por unos cinco mil hombres, se enfrentaba en el monte de Empel, situado en la isla de Bommel, a una flota compuesta por un centenar de barcos de los rebeldes de los Estados Generales de los Países Bajos. Los españoles vivían en ese momento una situación desesperada debido al estrechamiento del cerco, la escasez de víveres y de ropa seca.

En ese momento y consciente de la situación de los Tercios, el almirante holandés Filips van Hohenlohe-Neuenstein propuso una rendición honrosa, que fue respondida con la famosa frase «Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos». Ante semejante altanería, los holandeses abrieron los diques de los ríos para inundar el campamento enemigo, convirtiendo el monte de Empel en la única tierra firme en la que se pudieron refugiar los soldados españoles.

Fue entonces, en la madrugada del 8 de diciembre, cuando un español tropezó, mientras cavaba una trinchera, con una tabla flamenca que representaba la Inmaculada Concepción de María. El ejército interpretó, entonces, aquel hallazgo como una señal del apoyo divino a los Tercios, los cuales pasaron toda la noche rezando a la Virgen.

Horas más tarde el río Mosa amaneció congelado gracias a un viento inusual y muy frío que permitió a las tropas españolas atacar por sorpresa a sus enemigos, obteniendo una victoria que parecía imposible. El almirante holandés, derrotado y atónito se expresó entonces en los siguientes términos: «Tal parece que Dios es español al obrar, para mí, tan grande milagro».

Tras aquella victoria, la Inmaculada Concepción fue proclamada patrona de los Tercios de Flandes e Italia. Sin embargo, no comenzó a celebrarse hasta 1644, más de dos siglos antes de que lo hiciera la Iglesia Católica. Esa defensa histórica de la Inmaculada se reflejó el 8 de diciembre de 1857 durante la inauguración del monumento a la Inmaculada en la Plaza de España de Roma en la que se declaró que España ha sido la nación que ha trabajado «más que ninguna otra para que amaneciera el día de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María».

En recompensa a la histórica defensa de este dogma, incluso antes de su proclamación oficial, Pio IX concedió a la Iglesia Española el «privilegio español», por el cual se permite a los sacerdotes de España y sus antiguas provincias de Ultramar oficiar la fiesta y octava de la Purísima Concepción, patrona de España, vestidos de azul, el color de la Virgen. De la misma manera, pueden usar este color todos los sábados que se celebren misas votivas de la Virgen María.

Sevilla, una de las ciudades que más férrea defensa hizo del citado dogma, celebra esta fecha tan especial con numerosos actos conmemorativos, entre los que destacan principalmente la Vigilia de las Tunas Universitarias, un acto gratuito en el que las agrupaciones rondan a la Inmaculada Concepción representada en el monumento de la plaza del Triunfo, y las celebraciones catedralicias que se componen de eucaristías y el popular baile de los Seises.

Natividad del Señor, 25 de diciembre

El 25 de diciembre, inmersos en las celebraciones navideñas, se celebra el día de la Natividad del Señor, en la que la Iglesia Católica conmemora la manifestación del Verbo de Dios a los hombres.

Un antiguo documento romano, llamado el Cronógrafo y fechado en el año 354, confirma la existencia de una fiesta pagana, la «Natalis solis invicti» que celebraba el nacimiento del nuevo sol que, tras la noche más larga del año, renacía con más fuerza.

El establecimiento de la Navidad como fiesta en pleno derecho se sitúan en el primer tercio del siglo IV, durante el pontificado del papa Julio I, quien, pese a la creencia de que Jesús nació en la primavera, quizá para convertir al cristianismo a los paganos romanos, fechó la Natividad del Señor el 25 de diciembre.

Según recoge el evangelista San Lucas, aquella noche del 24 al 25 de diciembre del primer año de la contabilidad actual un ángel se apareció a unos pastores y les dijo: «No tengáis miedo, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo. En la ciudad de David hoy os ha nacido un salvador, el Mesías, el Señor. Esto os servirá de señal: Encontraréis un niño envuelto en pañales acostado en un pesebre».

En esta fecha es muy común que las familias se reúnan a comer y a cenar y destaca la decoración tanto de las ciudades como de los comercios. Dentro de estas decoraciones, sobresalen tres elementos: las luces, el árbol y el Belén de Navidad.

El árbol de Navidad es una tradición mucho más antigua de lo que nos creemos. Ya en el siglo VII a.C., el profeta Jeremías advierte sobre la costumbre de adorar un leño adornado con plata y oro el cual se afirmaba con clavos y martillo para que no se moviera. Ante la imposibilidad de erradicarlas, el cristianismo adoptó este tipo de tradiciones paganas.

Fue el misionero Bonifacio, el que tras leer el Evangelio, ofreció por primera vez un abeto, el cual «representa la vida eterna porque sus hojas siempre están verdes» y porque su copa «señala al cielo». Esto, sumado a la costumbre babilónica de ubicar regalos debajo del árbol, acabó por crear la imagen actual del árbol de Navidad, cuyo primer ejemplar no se sabe a ciencia cierta si se ubicó en la plaza pública de Tallín (Estonia) o en la de Riga (Letonia).

En lo que al portal de Belén atañe, su origen se sitúa mucho más adelante en el tiempo, concretamente en el año 1223. Ese año, San Francisco de Asís regresó de Palestina a la localidad italiana de Greccio para evangelizar a sus gentes. Ese año, el día de la Nochebuena, el santo decidió celebrar una Misa del Gallo multitudinaria en la que la gente quedara sorprendida. De este modo, en una cueva de la localidad ubicó en un altar un pequeño pesebre con paja, y colocó en su interior la imagen del Niño Jesús, la cual acompañó de un asno y un buey vivos, creando así el primer belén de Navidad de la historia.