El conjunto arqueológico de Itálica, la primera ciudad que fundaron los romanos en la Península Ibérica, tan solo dos años después de que sus huestes desembarcaran en la costa mediterránea en el año 206 a. C., luchó casi desde el principio contra el fatalismo de convertirse en una urbe fantasma, a pesar de ser aún hoy la única conservada en su integridad en nuestro país.
Los primeros romanos que pensaron más en el sedentarismo que en la espada, una vez conquistada aquella península del fin del mundo, aprovecharon un hábitat indígena de Turdetania que se remontaba a casi dos siglos antes, en la ribera del río que ellos bautizaron como Betis. Pero en el mismo solar habían hecho vida civilizada, mucho antes incluso, los griegos. De modo que la concatenación de culturas salvó hasta entonces al suelo de Itálica de convertirse en tierra baldía.
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