El Sevilla FC sufrió una derrota sorprendente ante el Mallorca en el Sánchez‑Pizjuán (1‑3), un partido en el que su superioridad inicial se diluyó ante los constantes errores defensivos del equipo, que terminaron siendo castigados con una contundente remontada visitante.
Desde el arranque, el Sevilla se adueñó del balón, con posesión y llegadas a base de los laterales y mediocampistas. Rubén Vargas abrió el marcador tras un buen centro de Carmona y un fallo en el despeje del rival. Sin embargo, pese al dominio, el conjunto sevillista no logró consolidar ni ampliar su ventaja. Pocas ocasiones claras adicionales y una sensación de fragilidad en defensa comenzaron a asomar. El Mallorca, mientras tanto, esperaba firme, replegado y atento al momento para golpear.
Cuando el Sevilla parecía tener el control, emergieron los errores que lo condenarían. Una pérdida de Suazo en zona peligrosa permitió a Virgili filtrar para Muriqi y empatar (1‑1). Poco después, en una acción colectiva, Mateo Joseph aprovechó un mal marcaje y un pésimo despeje de Marcao para poner el 1‑2. Y no fue suficiente: minutos después, otro fallo en defensa permitió que Mateo Joseph firmara el 1‑3. En apenas diez minutos, todo el trabajo y ventaja inicial se evaporaron. La derrota estaba ya marcada por esos fallos.
El Mallorca fue implacable: no necesitó aplastar al rival, bastó con saber aprovechar las grietas. La remontada fue limpia, directa y contundente. Aunque el Sevilla buscó reaccionar, ya no tenía argumentos. Los jugadores afrontaron la recta final con incertidumbre, los cambios no surtieron efecto y la remontada se consumó sin apenas oposición.
Esta derrota supone un golpe para las aspiraciones europeas del Sevilla, que ve cómo sus ilusiones se ven frenadas por sus propias fragilidades. En lo anímico, el equipo queda herido: su techo de solidez se ha quebrado ante un Mallorca que, partiendo como colista, logra uno de sus triunfos más memorables. Para el rival, la victoria supone un respiro en la zona baja y la confirmación de que puede competir incluso lejos de casa.
Que un equipo con tanto potencial como el Sevilla sucumba por errores propios no es casualidad: marca un déficit de concentración, de cohesión defensiva y de lectura del juego. Ahora toca reconstruir, asumir culpas internas y recuperar la fortaleza que se pierde con derrotas de este tipo. Si no se corrigen esos defectos, no habrá dominio ni control que resista ante un rival ordenado y despierto como el Mallorca.
La derrota ante el Mallorca no es solo un marcador adverso: es un aviso. El Sevilla supo dominar, pero fue incapaz de sostener esa ventaja frente a sus propios errores. La remontada visitante fue clara y merecida. Ahora queda ver si el club reacciona o si estas críticas se repiten en futuras jornadas.
