Y al cuarto día del festival se hizo el milagro: aparecieron los catálogos oficiales. La parsimonia es seña de identidad del certamen sevillano, donde las ruedas de prensa comienzan media hora después de la proyección, de forma que aún duran cuando la siguiente cinta a concurso ha comenzado. La norma habitual en otros festivales es de 10-15 minutos, tiempo necesario para un café que en Sevilla, sin embargo, se acompaña de tostada/s.

Miguel Ybarra Otín. Y he aquí las proyecciones matinales de ayer en el teatro Lope de Vega, donde la sección oficial nos deparó más milagros.

Lourdes  ***

La directora austriaca Jessica Hausner vuelve al festival sevillano 5 años después de “Hotel”. Y vuelve bien, con esta “Lourdes” situada entre la afirmación y la negación de los milagros, tema que interesa a la cineasta y sobre el que debate con cierta crítica: la cinta muestra a una joven en silla de ruedas que acude al santuario con la esperanza de levantarse y andar. Se inicia un diálogo aún abierto en la propia cineasta, que avanzada la obra recoge un chiste en boca de un actor: la Virgen María conversa y expresa no querer ir a Belén ni Jerusalén, pues ya ha visitado ambas ciudades muchas veces; sin embargo, ante la invitación de dirigirse a Lourdes, se alza contenta y dice: “¡Sí! ¡A Lourdes no he ido nunca!”. Acto seguido, la cámara encuadra un escaparate, un negocio vaticano de estatuitas que alimentan la ilusión de los fieles. Prosigue el film hacia un final abierto a la interpretación. Lo hace con el buen pulso de la directora y con interpretaciones sobrias.

Recordando “Hotel” uno descubre un sello propio en la firma de Hausner y espera que la joven directora torne a Sevilla pronto, aventurándose a vaticinar que alguna de las siguientes ocasiones -Dios mediante- lo hará para levantar un galardón.

Tobruk  **

Ambientada en las trincheras del Sahara durante la Segunda Guerra Mundial, afirma el director Václav Marhoul que no es una película de guerra, sino algo como un óleo clásico que enmarca la acción de seres humanos en situaciones especiales, luchando por el respeto a sí mismos, luchando solos, como el combatiente checo polvoriento, confundido y perdido que protagoniza el film. Solo, tan solo y perdido como sus compañeros.

Musicaliza Richard Horowitz esta obra que nos presenta sin embargo, y sobre todo, al silencio. Interpretan actores “sin nombre”, nada conocidos antes, como quería el director, que se recorrió todos los teatros del país y -una vez elegidos- les hizo pasar 10 días de supervivencia bajo el mando del instructor de las fuerzas especiales checas en Afganistán. Después, otros 10 días en tiendas de campaña en el desierto tunecino que albergaría a continuación 3 meses de rodaje. Un enorme trabajo para que los actores interiorizaran a sus personajes previa interpretación con método Stanislavsky.

Marhoul afirma que buscaba una película fiable, verdadera. Pero que todo ese trabajo produzca necesariamente un resultado visible a los ojos del espectador, esa es otra cuestión.