Isco Alarcón y Sara Sálamo, en la rueda de prensa del documental En Silencio. - Lorena Martín

En la sala, antes incluso de que aparezca la primera imagen del documental, ya se intuye que En silencio no es un proyecto cualquiera. Se trata de una obra escrita, dirigida y producida por Sara Sálamo desde Montauk Cinema, concebida para mirar de cerca —muy cerca— la recuperación de una lesión de Isco Alarcón. Pero más que un relato deportivo, lo que emerge es un retrato íntimo, doméstico y profundamente humano del esfuerzo callado. Ese que nunca sale en los titulares y que plasma casi a la perfección la vulnerabilidad masculina.

El documental es también un retrato de pareja. Dos personas que trabajan en equipo, que se sostienen, que se conocen. Ese mirar en silencio es la columna vertebral del filme. Por un lado, el ruido: titulares, opiniones, especulaciones. Por otro, el silencio: la forma en la que Sara ve trabajar a Isco, su estoicismo, su nobleza, su manera de resistir.

En algunos momentos, Isco no quería dejarse grabar. Se sentía mal, vulnerable. Precisamente eso —su silencio, su resistencia, su forma de caer y levantarse— era lo que ella quería mostrar. En este sentido, uno de los aspectos más poderosos del documental es la reflexión sobre la vulnerabilidad masculina. El cómo los hombres no disponen de libertad para sacar todo el sufrimiento que llevan por dentro, sus sentimientos, hacia fuera.

En silencio es un documental íntimo, honesto y hermoso, donde lo deportivo es solo lo que se ve a simple vista. No obstante, lo que realmente importa es lo otro: el amor, el trabajo diario, la fragilidad que no se ve, el orgullo contenido, el miedo que nunca se confiesa, el apoyo a dos bandas. Y ese gesto antiguo, casi cinematográfico: acompañar a alguien que cae, ayudarte a levantarlo, y hacerlo —como dice el título— en silencio, es lo que se plasma en este documental de Sara Sálamo, con Isco Alarcón como intérprete de una situación que va más allá que una dura lesión.