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Llega el Festival de Cine Europeo de Sevilla y, como todo lo que tiene que ver con la cultura en esta ciudad, tarda uno casi más en preparar lo que va a disfrutar que en disfrutarlo. Los malabares con los horarios del Territorios, las colas en la Noche en Blanco o incluso las de Canal Sur para recoger El Llamador dan buena fe de ello. Pero qué mejor forma que esta para empezar a paladear aquello que tanto nos gusta.

Tengo un amigo que opina que, para evitar errar a la hora de elegir qué películas ver en el SEFF, lo mejor es decantarse siempre por las que se proyectan en las salas 15 y 16 de los Cines Nervión. Son las más grandes y, por tanto, supone él, donde estarán destinadas las mejores. Yo, por aquello de paladear, he preferido esperar impaciente a que saliera publicado oficialmente el programa, con el objetivo de ver, uno por uno, los trailers de todas aquellas proyecciones que me posibilitaban mis horarios. Y ahora creo que voy a necesitar varios abonos para poder ver todas las que quiero.

Tenemos la inmensa suerte de que en Sevilla exista un gran equipo de personas obstinadas en poner nuestra ciudad en el mapa europeo a través del cine, en una cita más que consolidada que genera cada año más expectación. Quizá haría falta todavía darle ese toque de glamour que otros festivales, como el de San Sebastián, consiguen trayendo a la estrella hollywoodiense de turno para terminar de atraer el foco mediático que señale en rojo ese punto en el mapa. Pero, si nos ceñimos solo a Europa, es difícil encontrar algo comparable al star-system estadounidense. Probablemente, intentar imitarlo sea en vano.

Los europeos tenemos ya nuestra analogía a la Superbowl -seguida a principios de los noventa 120 millones de personas de todo el mundo-, en la final de la Champions League, con un promedio de 145,2 millones de espectadores en 2009. Contamos incluso con la gala de Eurovisión, vista por 150 millones de espectadores europeos al año. Pero estos elementos, por sí solos, no han sido capaces de propiciar la cohesión de una verdadera identidad europea en la ciudadanía, ni de un sentimiento de unión en torno a un proyecto común. Ojalá el cine, y el papel que Sevilla tiene en él, consiga aportar algo más a este empeño.