Decía Joaquín Sabina que lo peor es cuando al punto final de los finales, no le siguen dos puntos suspensivos… Afortunados nosotros, que tenemos de todo, tenemos broche de oro y puntos infinitos para no cerrar definitivamente una puerta aunque en San Lorenzo se escuchara el cerrojazo.

 

El Sábado, otra jornada indispensable para mí, fue pleno, increíblemente despreocupado, apacible, exquisito… El Sábado es quizás el día más especial, más peculiar, más contrastado y uniforme a la vez. El Sábado es alegórico, día de entierro, de tristeza, de Esperanza… El Sábado es agridulce, es un estilete que se clava poco a poco en el alma.

Adoro el Sábado, aunque sea un remolino de pena y alegría que intenta salirse de mis ojos. Me gusta el ruan verde y ver la personalidad en un cortejo. Me fascinan los tambores destemplados, la elegancia de una cofradía que engrandece todo lo que la rodea. Me encantan las alegorías, las túnicas con escapulario, la clase incomparable de la Soledad de San Lorenzo. Me fascina el Sábado Santo porque tiene cierto aire de intimidad. Me gusta más aún que la lluvia solo haya sido el deslizarse de los pétalos en la brisa desde el palio de los Servitas hasta tocar el suelo seco.

Cada uno tiene sus costumbres, sus tradiciones personales para cada día, también para concluir esta semana. Yo soy de las que no concibe la jornada sin ver la entrada de la Soledad de San Lorenzo, este año además desde una perspectiva nueva y diferente que le debo a mi primo Fernando. Con ese “¿Quién va?” a la llegada de la Cruz de Guía al templo todo estaba sentenciado.

El Sábado es como un umbral, un arco imaginario entre la pena y la Gloria de la Resurrección, el punto suspensivo que da sentido a todo esto, lo que permite que se perpetúe el ciclo una y otra vez, dando sentido a la síntesis de una semana. Lamentablemente, ni Resurrección ni Aurora este año, la lluvia no puede dejar de dar la puntilla hasta el último instante…

Las tardes del Domingo de Resurrección deberían ser materia de estudios psicológicos. La profunda depresión en la que se cae, la desgana, la nostalgia, el inminente choque con la realidad.

El año que viene volverá a ser Semana Santa, una nueva, distinta, porque esta ya nunca volverá, con sus cosas buenas y no tan buenas ha sido singular, única, llena de dolorosos claros y momentos mágicos, es lo bueno de que al punto final de los finales si le sigan dos puntos suspensivos…

Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...